Escribo en tiempo real contándoos que ahora mismo son las ocho y veintitrés del día 10 de septiembre de 2024. Aún no he comenzado la aventura de volcar las fotografías que hemos hecho en el último viaje, que sucedió físicamente desde las siete de la mañana del día 6 de septiembre hasta ayer por la noche, cuando a las 23,40 aparqué el coche a la puerta de mi casa, sano y salvo después de la proeza, veinte minutos antes de que el reloj y el calendario dijeran que ya era hoy diez.
Cuando vuelque las fotos en esta pantalla mediana comenzaré el primer reviaje que, gracias a vosotros y a mi compromiso con el futuro, ha cobrado en los últimos años un excepcional valor; una gozosa tarea de reproducción, de revida, de reflexión, de evocación, de ahondamiento, de perfección. He recogido ladrillos y cemento que iré colocando aquí, con la arquitectura que vaya pergeñando, con una idea previa y las improvisaciones que me vayan sugiriendo la mezcla de las fotos y los recuerdos no fotografiados, con lo que vaya viviendo y pase por mi cabeza en estos meses.
Me quedan quince días para cumplir sesenta y ya lo que más soy es recuerdos. Vivo mientras viajo, y vuelvo a vivir exponiendo mi vida viajera. El torero Luis Miguel Dominguín, decía, o decían que dijo después de acostarse con Ava Gadner, que se iba con prisa porque tenía que contarlo: es un placer, otro placer.
Muchas veces me digo, a la vuelta del viaje físico, que lo más valioso son las tarjetas de memoria de las cámaras y el teléfono móvil, no lamentaría tanto perder el dinero que traemos de vuelta, ni el coche y tener que comprar uno nuevo, sino todo lo que hemos acumulado y seríamos incapaces de reproducir tan ampliamente, este auxilio a la memoria, a la vida también, porque ya lo he dicho, voy (vamos) a seguir viajando, vosotros por primera vez, a las provincias de Badajoz Sevilla, Huelva y otra vez Badajoz. En este viaje pasamos rodando más de doscientos kilómetros por la provincia de Cáceres pero no nos detuvimos ni un momento en ella, ya está muy vista y fungía como obstáculo a la ida y trámite a la vuelta.
No me detengo más, solo deseo que el ordenador y las cámaras se entiendan bien para enseñarme a partir de ahora mismo, el espectáculo revelado. Son las 8.47.
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