jueves, 26 de septiembre de 2024

LOS SESENTA

Nací a mediados de los sesenta y acabo de cumplir sesenta. Ha sido una cifra muy carismática: entro en la tercera edad, una edad provecta. La verdad es que, a pesar de que no celebro mis cumpleaños, tenía cierta ansiedad por cumplirlos. Así mi madre, -que no mi padre- podrá decir que hizo algo bien duradero, que llegó a viejo. Por el camino se ha quedado mucha gente conocida sin cumplirlos: Alfonsito amigo de la infancia; José María Morales, amigo de la adolescencia; dos primos segundos: Roberto Sáez y Teodosio Sánchez Sáez, que fue muy buen amigo de la madurez; José Javier Herrero Fernández compañero de piso y también amigo; ....Velayos, hermano de Feliciano Velayos que se suicidó a los veinticinco, (pobre madre la suya), ni recuerdo su nombre pero compañero de mus. Bautista y su hermano, vecinos, que tenían un problema congénito de corazón... 

Yo he alcanzado esta cifra y ya moriré con una edad respetable. La he cumplido con limitaciones: me dio un tirón en el gemelo de la pierna izquierda y llevo casi una semana sin hacer el deporte que necesito, física y moralmente; hoy mismo tengo pensado salir con la bicicleta para hacerme mis veintidós kilómetros ahora que se ha ido la borrasca y que he guardado ese razonable reposo muscular, aunque no estoy exento de miedo: quizá deba cuidarme más a partir de ahora, que soy viejo.

Me viene a la cabeza un runrún de la parábola de los talentos, que escucharía en alguna catequesis o en algún sermón del cura de mi pueblo Don Macario. Es algo así como un balance, ¿he hecho todo lo que debía? ¿he trabajado, he acrecido los talentos que pusieron en mis manos de salida? la impresión nocturna, me he levantado a las cuatro y media a desahogarla, es que NO: que debía haber hecho más. Las comparaciones son odiosas con mucha tente, y por eso he tenido que llamar a todos esos muertos para que me ayudaran a flotar. En una canción de Silvio habla de los muertos de mi felicidad.

Tengo un montón de partituras de guitarra que compré o fotocopié y que debería haber tocado, y tocado bien. Hubiera podido hacerlo, pero ahí están muertas de risa, y yo defraudando mis anhelos de dominarlas y hacerlas sonar: hacer justicia al día que las conseguí. En cuarenta años no he sido infiel a esta novia que la vida me regaló, he desperdiciado unas cuantas ocasiones placenteras por tener esta convicción de que yo debía ser fiel. Pero también he dejado de vivir esas experiencias, no dejo de sentirlo como algo perdido para mi vida.

No sé si volaré más, me entran unos sudores y un tremendo malestar cuando el avión comienza a perder altura, me ha pasado en dos de mis cuatro viajes aéreos. Quizá tenía en la cabeza que si moríamos, moriríamos los tres: toda mi familia; y solo por el empeño de conocer Roma o París, que no se nos había perdido nada allí. Quizá cuando vuelva a montar solo con mi mujer y sabiendo que mi hija está a salvo en tierra no me vuelva a pasar, pero no tengo prisa por comprobarlo. He perdido la cuenta de los viajes en avión que ha hecho ya mi hija sin nosotros.

Me basta el continente europeo para viajar y me sobra con lo que alcance con mi coche: creo que he probado aquí que soy buen viajero. Es la mejor manera, para mí, de estar vivo en la actualidad. lo otro es sobrevivir, que tampoco es poco.

Me vuelvo a ver si me duermo, que son las 5,17 de la mañana. Este blog es un bálsamo para mí.

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