El final de "Una historia ridícula" es para leerlo, no para que te lo cuenten. Yo acabo de hacerlo, y aprovechando que estoy solo en mi casa y tampoco tengo vecinos que me puedan oír, lo he hecho en voz alta retumbando sus potentes palabras en mi alma y en mis tímpanos simultáneamente. Ha sido glorioso, apoteósico, rotundo. Podría repetir la lectura pero nunca podrá ser como hace unos minutos, cuando era virgen de esta sensación.
Es un episodio que pudiera recordar a las Bodas de Camacho, pero hace más de treinta años que yo cumplí la obligación de leer el Quijote, aquella que solventé tramposamente en el bachillerato. Recuerdo que me gustó mucho pero ya no sé si nada es para tanto. Puede que en un mes haya olvidado que leí una historia ridícula y la confunda con las otras quince novelas de este prodigioso escritor. Esta es una variación sobre el tema landeriano, como el tema de Prometeo, que Beethoven utilizó varias veces en diferentes composiciones, esta es una variación sobre "La folía de España" tan usada en toda la historia de la música por tantos músicos ya anónimos, ya señaladísimos.
Siendo un hombre tan cervantino Luis Landero ¿A qué esperan para darle el premio Cervantes? ¿Qué deudas políticas, o de cuota, o de compensaciones geográficas están dilatando este acto de clamorosa justicia?
El libro es de 2021 aunque se publicó en el 22. Sé que hay uno nuevo, que no debe estar en la biblioteca o no lo dejan parar. Yo lo leeré cuando pueda pero no sé cómo se puede seguir escribiendo después de acabar esta novela con las palabras punto final, que son como el VALE, con el que acaba el Quijote.
El libro es una pasada.
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