no siento el pecho heriido... habiéndote ofendido con negra ingratitud
eso cantaban las mujeres en mi niñez, porque los hombres castellanos no cantan, pero los niños sí tarareábamos o cantábamos a media voz. Hablando con mi amigo Luis Aguilera, que nació en el 47, nos salen los continentes con los que nos torturaron en la niñez. Hoy escuchaba en radio clásica una música con la eterna letra de
Cristo ten piedad de nosotros.
Y esto era para un niño bueno como yo, o para un ciudadano ejemplar que va a cumplir sesenta años, que ayuda a sus vecinos, que recoge basuras en el campo, que recicla y que contamina lo menos posible, que nunca engaña y que procura llevarse en el supermercado los productos a punto de caducar (si le hacen un pequeño descuento) para que no los tiren.
Soy bueno; a veces hablo algo alto, y mi mujer y yo también nos gritamos a veces si pensamos que nadie nos oye. Algunas veces he pagado sin IVA y también llegué a emborracharme tres o cuatro veces en mi juventud. Pero cumplí y cumplo el cuarto mandamiento "honrarás a tu padre y a tu madre". Nunca he robado, salvo frutas que he cogido de árboles del Barranco de las Cinco Villas, uvas que se salían al camino y muchas cerezas e higos que no se recogían, y que me hubieran permitido coger sus dueños con habérselo pedido... vamos, que no lo considero robo.
Creo que el catolicismo debería pedirme perdón por todo el aterrorizamiento y complejo de culpabilidad que trataba de inculcarme de niño. Cierto es que yo no lo sentí, perdona a tu pueblo, señor, perdona a tu pueeblo perdonalé señor, no estés eternamente enojado....., pero oía y repetía esas oraciones. Ya no queda gente de la que trataba de meterme esas ideas, ahora el catolicismo, a quien remueven la silla en el mundo, trata de seducir con el cielo, o con el amor a los demás, la solidaridad y con cosas menos sangrientas. Desaparecido su monopolio en España se han hecho más "comerciales" y no ofrecen pedir perdón anticipadamente por los pecados no cometidos, ni tampoco por el pecado original.
Por cierto, alguna vez pensé que el bautismo, que es la manera de eliminar el pecado original, era una pena -los niños lloran cuando los mojan-, por el "polvo" que echaron sus padres nueve meses antes.
Me pusieron de nombre Juan de la Cruz.
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