viernes, 26 de abril de 2024

Mundo inhóspito.

 

Hasta hace dos o tres años la Internet era un apero muy útil. Consultabas en el Google y te salían un montón de opciones sobre lo que buscabas. Hacía tiempo que en determinados temas aparecían solo las muy patrocinadas: alguien interesado en vender había pagado por salir y resalir en tus búsquedas (de eso hace mucho más tiempo) pero últimamente casi todo es a base de pagar o aceptar cokies, que son como las rémoras que llevan muchos peces grandes, incluidos tiburones. Yo, escarmentado, no las acepto porque mi ya viejo ordenador de siete años termina por no poder con ellas; se atasca y tengo que hacer constantes limpiezas.

Pero esto no es tan importante, versa sobre un invento que hasta primeros de este siglo no teníamos, lo tuvimos muy libremente un par de décadas y se enrareció su libertad. No creo en el gratis total, por consiguiente tampoco reprocho el que ahora cuesten al público estas informaciones que trabajan quienes las generan. El que quiera peces… que los pague.


El problema de un viejo, y más todavía de una vieja, de toda la vida de siempre, es mear fuera de casa. En mi querido Candelario, donde circulan por sus calles varias regaderas de agua de la sierra, desembarcan autocares de viejos a disfrutar la maravilla. El abundante movimiento acuático de sus limpias aguas canalizadas estimula el cerebro y rebota su estímulo hacia los órganos mingitorios. Y no hay donde mear. Ya no existe eso del bar de la esquina. Muchas señoras entraban en mi oficina suplicando dónde teníamos nuestro servicio para aliviarse. Los hombres podemos hacerlo más libremente en un rincón distraído, dejando nuestro olor amoniacal, o en un parque espeso, o sin espesar, pero una mujer se coloca en una situación mucho más expuesta.

Antes había muchos bares por todas partes, bares baratos donde uno podía tomar un café o una caña por poco dinero y vaciar su vejiga en el servicio público que obligatoriamente tenían que tener. Hoy no existen o escasean y, además, son mucho más caros. Ningún problema en un pueblo donde haya campo cercano, pero en un pueblo grande, en una ciudad, ¿Cómo solucionar este problema? porque además si uno entra en un bar y consume un líquido a cambio de soltar otro, está comprando también la necesidad de evacuar el último que compró a cambio otra vez, en poco tiempo.

En una ciudad propia uno sabe dónde está su casa, y donde hay una biblioteca pública o un centro comercial, un consultorio médico público o incluso un solar abandonado. Todo se complica cuando llegas a un sitio desconocido, después de horas sentado conduciendo. Mi mujer y yo paramos antes de entrar en un campo donde aliviarnos. Muchas veces tenemos emergencias, pero casi siempre soportamos tensiones.

Los países turísticos tendremos que reponer -como antes había-, servicios públicos públicos en las ciudades y pueblos grandes. Cada vez somos más viejos y viejas, queremos movernos y conocer sitios, y necesitamos, como los perros, hacer nuestras necesidades fisiológicas. Los poderes públicos deberán emplear espacio y dinero en solucionar este problema.


O que alguien invente cómo mear por internet.



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