Después de bastante lluvia, vientos y fríos inesperados, esta tarde del 11 de abril de 2024 reconozco la primavera. He salido a devolver libros a la biblioteca y me he traído el último "Landero" que me queda por leer de los que allí tienen. Ya daré cuenta de él cuando lo devore, pero esta tarde se me ha desvelado el espectáculo:
Aunque Béjar es una ciudad envejecida todavía me ha proporcionado la visión de debutantes, niñas aspirantes a adolescentes que florecen con tirantes y pantaloncitos, a exhibirse por las calles en una tarde larga y benigna, donde las hojas de los árboles aplauden con sus verdes brillos también estrenados hace poco, y otros árboles las saludan con el encaje de sus flores blancas, amarillas o moradas.
Recuerdo una vez en Salamanca que mis compañeros de piso y yo decidimos no jugar la partida de mus de después de comer para cruzar la ciudad con avidez hasta la escalinata de la plaza de Anaya para tener el tiempo de ver el desfile. Éstas no eran debutantes, pues las universitarias lo son a partir de los dieciocho, pero se exhibieron igual, ahora sé que algunas se depilaron para el público en la soledad de su baño, y se probaron varias indumentarias, porque el calor y la derrota del invierno lo demandaban. Entonces no conocía los trucos y entresijos lo cual es más encantador.
Todavía no he percibido esa exhibición en los chicos. Los chicos son más brutos, se pegan de broma o corren como potrillos, pero no hacen pasarela.
Guardaré mis abrigos y buscaré mis sandalias, todavía el calor no se hace apestoso pero pronto habrá que esconderse del sol y tapar las ventanas de la luz.
De momento es fiesta ¡Viva la clorofila!
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