Cuando uno era niño parece que existía solo lo elemental: dulce y salado, frío y caliente, duro y blando, llorar y reír. Reír era mejor que llorar, pero también mejor que saber o que comprender, o ver su perspectiva histórica, o apreciar en su justo término; quedaban cincuenta años hasta que se inventara la expresión políticamente correcto (qué fea es la política, recuerdo un chiste que decía es tan fea que si juntas lo mejor, que es una madre, con ella -una madre política- sale lo peor: una suegra)
Estoy gozando con los carnavales de Cádiz y me río sin pensar si es correcto o no, simplemente porque me da risa, me río con la cabeza, pero también con la tripa que es lo mejor. Cuando éramos niños nos encantaban los payasos porque nos hacían reír, aunque se dieran de tortazos y se dejaran en ridículo. En la tele nos ponían por las tardes cortos de cine cómico, con tartazos y tortazos a tutiplén. Después a muchos nos puede parecer genial "la Quimera del oro" o Candilejas, pero lo que más nos gustaba de Charlot eran los tortazos y las persecuciones: lo que nos daba más risa.
Pues me estoy riendo un montón y eso es un placer; seguro que mi cerebro genera dopaminas con la risa, prefiero no pensar, prefiero no sufrir, lo que quiero es que me beses... decía la canción, pues yo lo que quiero es reirme porque me gusta, y eso es carnaval, y en este del año 24 voy a darme una "jartá" a reír con los videos del Carnaval de Cádiz, hasta que me canse, o hasta que me aburra de tanta risa,
Porque siento un desahogado bienestar.
La risa por la risa buena es.
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