Los que me seguís habréis leído en esta pantalla que nunca iría a los sanfermines de Pamplona, ni a las fallas de Valencia, ni a la Semana Santa de Sevilla; tampoco a los carnavales de Cádiz: dejo los momentos álgidos para quien quiera rozarse con multidudes apretadas y pagar precios desorbitados.
Por esta misma razón aprovechamos el buen clima y una fiesta funcionarial de mi mujer para inaugurar el 2024 las aventuras viajeras a destiempo. Cádiz había estado presente en nuestra vida un día de verano hace casi catorce años; pero no pudimos dormir allí: lo hicimos, no sin peregrinar penosamente buscando alojamiento, en Puerto de Santa María, desde donde tomaríamos un barco, la experiencia marítima más larga de nuestras vidas, que nos cruzó de ida y vuelta la bahía de Cádiz. Cádiz estaba imposible, no sabíamos cuánto.
Esta vez, como aún no era carnaval pensamos que sería el momento oportuno de desquitarnos holgadamente de aquella insuficiente experiencia. Y era oportuno: ha sido un éxito, pero no pudimos soslayar el carnaval, y bien que nos alegramos de haberlo conocido, aunque fuera de refilón preliminar.
Cádiz es un cuello de botella donde es imposible aparcar aún pagando cantidades razonables por ello. Existen aparcamientos suterráneos a precios prohibitivos para nuestra economía. Pero nosotros conseguimos aparcar pagando la Ordenanza Reguladora de Aparcamiento que había que renovar cada tres horas, aunque solo se abona de nueve de la mañana a diez de la noche. Nuestro coche aparcado duerme gratis, y también se queda bien aparcado a partir de las 2 de la tarde de un sábado; con esto nos manejamos, aunque era estresante estar tan pendiente de las horas del viernes tarde y sábado mañana.
Pero la "Tacita de plata" enamora y, una vez conseguido el difícil aparcamiento, decidimos aprovechar tomando dos noches para disfrutar con holgura en un alojamiento donde nos descontaron por hacerlo de esta manera. Coincidimos en el establecimiento con un grupo de seguidores del Atletic de Bilbao, que jugaba ese domingo contra el Cádiz: los chicarrones estaban pletóricos después de haber eliminado al Barcelona en la copa del Rey. Por cierto, nunca hemos vivido un prepartido más sentido; la ciudad estaba llena de camisetas rojiblancas, y los bares bien lo debieron notar, porque esta gente bebe como los peces en el río y come con tremenda opulencia. Lamentablemente luego el partido terminó con un raquítico cero a cero, pero para entonces nosotros ya estábamos en Algeciras, donde no se me olvidó consultar este resultado, que habría pasado desapercibido en cualquier otro momento de mi vida.
¿Y dónde está el carnaval? diréis. Pues sí, en la parte de arriba de nuestro hotel, y el dueño quiso invitarnos a ello a nosotros y a los futboleros. Se celebraba un ensayo de una comparsa, o más bien de una chirigota (no es lo mismo) llamada los Plácidos Domingos, para celebrar que este grupo de jóvenes había pasado la primera eliminatoria, les quedan tres cortes más para llegar a la final.
LA FINAL. El domingo por la mañana nos levantamos y en la plaza del Ayuntamiento desde las nueve de la mañana estaba formada una cola con vallas y policía municipal. Nos acercamos a preguntar la razón, y era para adquirir entradas para La Final. Pensé en fútbol, ¿se habrá clasificado el Cádiz para alguna final? No, es para la final del concurso del carnaval, que habrá de celebrarse en unas semanas y para la que todo Cádiz estaba trabajando con tanto arte como poco descanso.
Nosotros habíamos pretendido el día anterior conseguir entradas para alguna eliminatoria, estábamos en cuartos de final, pero ya eso era misión imposible. La venta de las entradas de la final tenía que estar revestida de solemnidad, seguridad y colocada a destiempo: no valía con la simple cola a la puerta del teatro el mismo día. Todo estaba vendido y la final, por supuesto, se agotó mucho antes que la espera.
Volvamos al ensayo del viernes noche: al que asistíamos con pocas ganas, fue gracias a la gran insistencia del empresario hotelero y de un electricista que andaba por allí. "Esto no deberían perdérselo, poca gente tiene oportunidad de presenciar un ensayo de una comparsa" "y además han pasado el primer corte, lo están celebrando". Ciertamente parecía una celebración, agasajada por un cortador de jamón, con bebida y aperitivos, allí estaban los artistas con sus invitados y sus novias, los clientes del hotel, los vascos y nosotros dos, que deseábamos ver Cádiz después de la puesta de sol. Ellos allí entretenidos, y el tiempo pasando mientras comían, bebían y bromeaban, eran jóvenes, quizá treinta y pocos tuviera alguno. Nosotros perdíamos la paciencia porque no terminaban de empezar. ¿Sería aquello el parto de los montes?
Porque no terminaban de arrancar. Una vez que estuvieron dispuestos comenzó el joven director a arengarlos y a felicitarse de haber conseguido ese pase, creo que quedaban entonces cuarenta y dos vivos, y más prolegómenos, otra vez, afinaciones de guitarra, alguno se habían pintado estrafalariamente. El hostelero preocupado por nosotros nos invitó y le aceptamos unas cervezas y unos cortes de jamón.
Y arrancaron. Me sorprendió, como os sorprenderá a vosotros ahora, lo bien que afinaban, las voces, la finura y sutileza de los matices, las subidas y bajadas de volumen, y la concentrada gesticulación. Sobre teodo la inefable gracia de las letras que no nos permitieron grabar en video, porque si el jurado llegaba a conocer que se publicaba alguna antes por internet quedaban descalificados. Por eso no me atreví ni a hacer fotos de aquéllo. Fueron estos mismos, en traje de calle. Mi favorita es la cuarta canción que narra un parto. Está en el 7,45 y dura menos de tres minutos, pero toda toda la actuación merece la pena, es un musical, yo lo viví y lo amo desde enteonces, aunque es imposible que asistiera nunca a la FINAL, que para los gaditanos adoptivos como yo soy desde el pasado fin de semana. es, con toda justicia, mucho más que la Champions o la NBA.
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