Hace unos días ardió como una tea un enorme edificio de viviendas en Valencia: pérdidas irreparables de diez vidas, con todos sus proyectos y saberes. Ahora realojar a ciento treinta familias que han perdido todo lo material que les rodeaba, instrumentos musicales partituras, libros, fotografías, cuadros, escrituras de propiedad, ropa, electrodomésticos, dinero en metálico... aparte de su casa sus vistas, sus vecinos...
Lo peor es que en 2017 ya hubo una tragedia similar en Londres por culpa de los materiales de revestimiento que costó más 700 vidas y las mismas pérdidas. Mi hija, que vive en Inglaterra, dice que los ingleses están obsesionados con la seguridad frente al fuego, quizá ellos aprendieron de aquella tragedia o tal vez de un famoso incendio de Londres de siglos pasados, pero nosotros no. El incendio de Valencia ¿se repetirá en algún otro lugar del mundo? se seguirán instalando estos productos inflamables por estética o por ahorro energético, ¿se retirarán de donde estén instalados?
Es sorprendente lo poco que ha aprendido la humanidad de las guerras, de sus causas, de lo alegremente que se inician y de sus durísimas consecuencias. Me llama poderosamente la atención que un invento como la aviación que es del siglo XX ya le dio tiempo a entrar en la gran guerra del 14 y pudo conseguir en la segunda guerra mundial tantísimos destrozos, culminando con aquellas dos bombas atómicas del 45. Somos capaces de avanzar tanto hacia adelante en lo difícil y tan poco en lo sencillo, que es la paz y la seguridad, el entendimiento de la naturaleza, la prudencia...
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