Buscando por los alrededores cómo llegar a la puerta del castillo, nos encontramos con esta ermita advocada a este teleñeco que se llama San Isacio, que es, según la tradición, uno de los santos varones que trajeron la religión cristiana a España. Supongo que en tiempos, a muchos de los cazorlanos los llamaban con este arcaico nombre.
Aquí el excelentísimo ayuntamiento se rebela contra las indicaciones de los navegadores que llevan los coches. Algo gordo habrá pasado aquí (y probablemente con reiteración) de haberse molestado en encargar una señal que lo deje así de claro a los automovilistas.
En esta iglesia encontré está lápida de unos crímenes durante los primeros días de la guerra. Cuando los desenterraran en el 39 para traerlos aquí ya serían puros huesos.
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