jueves, 3 de abril de 2025

Mentiras

Atribuyen a Peter Pan que cada vez que un niño dice que no cree en las hadas mata a una.

Ciertamente no creo en las hadas, ni en los dioses tampoco. Creo que cada vez hay más incrédulos que así lo declaramos, por lo que las hadas, y los dioses, están extinguiéndose en un rincón, matados por sus negacionistas, al menos en occidente.

Hace años que escribí por aquí sobre el tremendo dispendio que suponen las cabalgatas de reyes magos en las que una pequeña ciudad de menos de quince mil habitantes se vuelca, cortando las calles, preparando carrozas y tirando caramelos, para que no más de cincuenta crédulos lo sean o refuercen su creencia. De ahí se pasa a la religión mayor. Cultivando crédulos. Cuando yo iba a ir a la mili tenía miedo a las novatadas, que siempre se iban a prohibir pero siempre estuvieron, y seguirán estando entre los profesionales. Las novatadas, como los reyes magos o las hadas, son una semilla de creyentes en dioses más serios, o en la jerarquía militar y la obediencia ciega.

La forma de sembrar dioses para mí es que en las despedidas te envían a dios: adiós;  "anda con Dios" decía mi abuela o el "hasta mañana si dios quiere que descansen y pasen buenas noches" que me obligaba a decir mi madre, cuando me despedía de sus padres.

Nadie crea hoy nuevas hadas, ni dioses, ni santos. Hitler y Mussolini eran católicos. Franco presidía bajo palio misas te deum. Putin aún se acompaña de un pope ortodoxo, y Trump se molesta en reconocer a un dios por encima de él. (estoy convencido de que ambos por conveniencia residual)

No sé si Xi Ying Ping ostenta alguna creencia, no parece vendérnosla a nosotros al menos: ese es el futuro. No criamos hadas.

Hay muchos suicidas que no lo serían si aún creyéramos en hadas o en cielos. Cuando seamos viejos, y más solos todavía, no habrá mentira que nos pare cuando aparezca la impotencia vital, la desesperanza. Siempre se ha dicho que los escandinavos y centroeuropeos se suicidan más, quizá sea también por esta razón.

Mi profesor de derecho canónico decía que a todos los gobiernos les interesa que la gente tenga el sostén de una religión. Necesitamos mentiras, o el opio del pueblo, para seguir viviendo hasta el final sin descarrilar.


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