Fue un hombre de ancha y larga vida, que comprendió tan solo tres años más que los que tengo yo, y le dio tiempo de vivir muchas hazañas, así como de escribirlas.
Esta es una semiautobiografía, porque es la suma de la inacabada que escribía su autor y la que completó su esposa fundándose en lo que a ella le contó y en los diarios "en sucio" del protagonista.
En ninguna autobiografía nadie se pone mal. Y en las biografías suele acusarse a sus autores de enamorarse del biografiado, (95%), aunque yo tengo una de Napoleón a quien ponen a caer de un burro.
En este caso hemos de creer en la persistencia del amor conyugal después de la muerte, porque el biografiado sale muy bien parado.
Tenía yo la idea de que este señor era una oscura persona así que he acudido a la wikipedia para que me enfriaran las ganas de ponerle bien.
El libro está muy bien escrito porque su autor es escritor además de aventurero. Publicó en muchos periódicos, que le financiaron generosamente sus expediciones, muy costosas en dinero y en vidas; porque moría mucha gente (porteadores locales mayormente). No puedo dejar de preguntarme cuántas expediciones igual o más de épicas que las que aquí se relatan, nunca han existido ni existirán para nosotros porque murió quien las escribía o quien fuera capaz de contarlas para que otros las escribieran.
Una parte de la vida, y por eso soy bloguero, es contarla para que no se olvide. Escribir es apuntar lo que debe recordarse a juicio del escribidor. Antes había que ser bueno para que a uno le publicaran, o pagarse la imprenta; ahora basta con apuntarse a una red social como ésta y teclear. Llegamos donde llegamos, ni más ni menos.
Pues Henry Morton Stanley fue capaz de hacer valer su vida por su escritura. Aunque otros escribieran mal de él, (y quizá más objetiva y justamente) yo compré esta hermosa edición y he disfrutado parte de ella como si fuera verdadera. La primeras fases son penurias dikensianas, seguidas de aventuras de grumete que escapa a Estados Unidos; a continuación se produce el encuentro con un benefactor que le adopta y le proporciona sus apellidos además de convertirle en un próspero y cabal comerciante. Pero fallecido este padre adoptivo el protagonista, antes de los veinte años, comete el disparate de alistarse a la guerra de secesión americana porque alguien provocó su hombría mandándole un paquete con ropas de mujer, mientras que como se decía en tiempos de la "mili" que yo no hice, trataba de escaquearse.
El libro está muy bien, pero solo por cómo narra este concreto episodio de su vida, los sentimientos y penurias de un soldado, valdría la pena y por supuesto yo pienso releer desde la página 185, desde cuando dice
Hasta el mes de marzo no comencé a caer en la cuenta de que estaba sucediendo algo nos implicaría a todos
Nunca he leído ninguna guerra que me convenciera más en su narración: es el "Senderos de Gloria" de la literatura para mí, aunque sospecho que estoy todavía con la impresión y me estoy excediendo en el elogio. Bueno, la verdad es que hace poco leí unas visiones de Henrich Böll de la segunda guerra mundial que también...
Aunque leer apasionadamente, como yo hago cuando tengo algo entre manos que me apasiona, es una excelente manera de estar vivo.
Regresando al libro, al final degenera en autodefensas y justificaciones, con demasiada incorporación de cartas elogiosas apuntalantes, y oportunos ataques y minimizaciones contra otros exploradores y a los semianónimos maledicentes envidiosos o justicieros.
Los imperios solo se pueden construir por personas duras, decididas, despiadadas, tesonudas... o no se puede hacer una tortilla sin robar huevos que eran proyectos de vida, y además romperles la cáscara.
Me quedo también con estas dos frases enlazadas del libro
la alegría del alma yace en el hacer, y el éxtasis es la continuidad del premio.
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