La extraordinaria novela Las nuevas Confesiones de William Boyd. Es 23 y aún no saldremos para Francia, mi mujer parece estar esperando a que anuncien un montón de nubes negras para no ir, porque yo estoy ansioso, contando los ideales días de sol anticiclónico que estoy viendo aquí, en las noticias llevan hablando del desplome de las temperaturas y ayer tarde hacía el mejor tiempo del mundo para pasear o hacer deporte, el mío es turistear, ya lo debéis de saber.
Este William Boyd presenta una asombrosa credibilidad en su narración, todo parece real y vivido, y opino que muy bien documentado y lleno de detalles vívidos. Yo, que sé lo que cuesta hacer una novela con muy pocas pretensiones, esta me parece una superproducción, que tendría sentido si fuera la novela de su propia vida (imposible pues nació en el año 1952, y no alrededor de 1.900 como el personaje) También lo consiento si fuera un refrito de la vida de su padre o de un tío abuelo muy cercano que le haya contado a la grabadora de este escritor esa historia. De lo contrario considero que este hombre tiene un equipo literario de producción porque hay mucho trabajo de investigación para una persona sola.
William Boyd ha de ser un gran trabajador por toda la exitosa obra que tiene detrás. Sea él o un equipo, no me importa: el resultado que disfruto es excelente y contraigo la obligación de adquirir a mi precio toda su obra, o ir sacándola de la biblioteca a ver si me sigue gustando tanto. Lo que debería de hacer ya, si no estuviera el viaje tan encima, de ir a sacarme las Confesiones de Rousseau, que es el motor de la obra del protagonista sobre la cual trata de hacer la mejor película muda de la historia, que no sé si será tan real como el tratado de la Risa de Aristóteles que flota en El Nombre de la Rosa. Me quedan aún 160 páginas e ignoro qué sucederá con el negativo de la primera parte de esa adaptación cinematográfica que ha sido depositado en una caja fuerte de un banco de Picadilly en Londres.
Este excelente escritor tiene unos viñedos y una bodega en Bergerac. No sé si pasaremos muy lejos de allí pero me encantaría verle, ahora es tiempo de vendimia, o quizá con los grandes calores de este año haya finalizado ya.
Cuando te enamoras de una novela y te quieres empapar de la biografía (suelen ser copiadas unas de otras) que se exhibe en Internet, te das cuenta de lo grandes y productivos que son algunas personas, anonadan un poco aunque también te acrecientan la consideración del género humano.
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