una pérgola para fantasías vegetales.
Arbolfilia allá donde quepa alguno
Detalles y detallitos.
Verdor muy cuidado en los alrededores,
Pero estos franceses siempre buscan enamorarte en cualquier esquina.
Sí, hay un pueblo gascón que se llama "lectura", que tiene un montón de tiendas de antigüedades y artesanías y presumen, como todos los franceses, de ser grandes lectores. Nos encontramos con esto camino de Agén.
Estoy leyendo La Nardo, de Ramón Gómez de la Serna, y por primera vez parece que estoy pudiendo con una obra de él; he necesitado 61 años para saber respirar tanto texto de tango, de Umbral, o de Sabina.
Ramón Gómez de la Serna es una máquina de imágenes, sus párrafos han de ser cortos y, como en el crol que se dice (o el crawl que se escribe), hay que saber respirar sacando la boca al aire cada poquísimas brazadas. Esta vez he tenido tiempo y paciencia como para amoldarme. Afortunadamente la historia es de las eternas tangueras o traviatas o perdidas, (nada nuevo por este lado).
Me siento bien: anteayer tomé la determinación de encontrar adonde estaban los fusibles de mi coche y revisarlos hasta que hallé uno estallado, que llevé a una tienda de repuestos a comprar sustituto, y ¡magia! fue ponerlo en su sitio y volverme a funcionar la radio, que se había estropeado en Tours, junto al Loira, en un momento en el que metimos en el mechero un adaptador de corriente para recargar el teléfono móvil de mi mujer que languidecía de batería después de tantas maravillosas fotos. Las noches que no encontramos hotel no podemos recargar al teléfono-cámara de fotos, de sus palizas.
(La mañana siguiente fuimos a desayunar a la estación de trenes, a la gare de Tours, allí hay puntos donde enchufar los móviles para negros -solo había negros aprovechándose de ese servicio, por cierto supuestamente solo pueden hacerlo viajeros con billete pero nadie se molestó en comprobar que ni nosotros ni los otros negros teníamos un título válido para viajar próximamente- supongo que habrá blancos que también lo usen para rellenar sus baterías mientras esperan, pues para ellos se creó. La pobreza enseña, y también hace ser solidarios frente a los que lo tienen fácil. Una negra nos ayudó ya que algún enchufe USB, no funcionaba y nosotros desesperábamos.)
Sigo leyendo La Nardo y la acabaré esta mañana. Así podré abordar el resto de Gómeces de la Serna que compré por prestigio bibliotecario, y porque me parecía un deber degustar a este ingenioso del que tanta gente habla sencillamente como "Ramón" a partir de ahora yo también podré hacerlo. -Espero-.