lunes, 2 de marzo de 2020

RESPETO

Me llamo Juan de la Cruz: soporto esa cruz aunque he tardado años en asumirlo. Sé que en mi pueblo me llaman así, fundamentalmente para distinguirme de otros juanes, pero yo me autodenomino Juan, así me llaman mi mujer, mis padres y mis amigos, que saben que no me agrada, aunque los que son del pueblo a mis espaldas temo que me llaman con el "de la Cruz" incluido.
La cruz es el signo de los cristianos, un instrumento de tortura y ejecución que se asume como el signo sagrado, las iglesias tienen esa forma, hay millones de obras de arte que lo reproducen y millones de personas que la llevan colgada, en pendientes, (hasta en tatuajes) y tengo que pensar que es importante para ellos, lo ha sido mucho para la cultura occidental de la que soy hijo.

Me parece digno de respeto humano ese sentimiento y yo se lo tengo, aunque intelectual y filosóficamente no le tenga ninguno, ni a la cruz, ni a dios, ni a la virgen, ni a los santos, incluido al poeta San Juan de la Cruz que es el causante del incómodo apósito a mi nombre.

Creo que intelectual y filosóficamente puede combatirse la idea de los dioses y de las vírgenes como instrumento de doblegación y adocenamiento tribal, aunque para mí esto no es urgente como podéis ver en mi blog (nunca me he dedicado a ello, ni pienso por ahora). Al contrario, me parece que la religión sirve a muchas personas para llenar un vacío, les sirve de asidero en momentos comprometidos, incluso sé que hay gente que vence el insomnio rezando. A muchos, y pienso en un amigo que se llamaba Teodosio, les sirve para configurar su esencia, parte de la cual seguramente les hace ser como son y de esta manera obtener mi consideración y amor.


Creo que la sociedad debe velar por el respeto de los sentimientos religiosos. La manera no debe ser muertes ni amputaciones como se hace en algunos países árabes, pero sí con toques de atención,  "por ahí no" multas, castigos pecuniarios, trabajos forzados en beneficio de la comunidad, ese tipo de sanciones.
Recientemente al actor Willy Toledo le han absuelto del hecho de haberse cagado por escrito en dios y en la virgen y esta absolución deja desamparado probablemente  para siempre en España el respeto a esos signos tan importantes cultural y sentimentalmente desde hace siglos; claro que para algunos será un avance contra los atavismos y por la libertad de expresión.



Yo soy  calvo, llevo siempre una gorra o un gorro porque me insolo en verano y cojo frío el resto de las estaciones, pero cuando cruzo el umbral de un templo me descubro como costumbre y  signo de respeto. Recuerdo a los viejos de mi pueblo que no se quitaban la boina "ni para dormir" y se la sacaban al entrar en la iglesia. Así lo he hecho en Francia, en Italia, en España y en Portugal. Si entrara en alguna mezquita me descalzaría antes, y si fuera mujer me pondría un pañuelo para cubrir el cabello.
Filosóficamente puedo discutirlo, porque me siento incómodo y hasta podría resfriarme, pero entiendo si quiero entrar a disfrutar de algo que se hizo con arte y  no para mí, que soy ateo, sino para sus creyentes, debo honrar a esas representaciones sagradas cumpliendo las normas de recato que marcan la relación con esos elementos.

En otro momento he escrito en este blog, que el derecho español y la mayor parte de la sociedad católica española soporta deportivamente estas agresiones a sus símbolos y lo aprovechan personas que valientemente buscan notoriedad inaugurando brechas simbólicas de modernidad: desnudándose en una iglesia o cagándose por escrito en dios y en la virgen.
Yo, por supuesto, no deseo a nadie nada parecido a lo que les sucedió a los de Charlie Hebdó,  o le sucede permanentemente a Salman Rhusdie. Pero los gestos de valor si es que tiene algún valor la provocación para el cambio o apertura de sociedades tan celosas de sus símbolos religiosos (que yo no he leído los Versículos Satánicos ni he prestado atención a las caricaturas de Mahoma) los realizan con riesgo personal gentes a las que sí se puede calificar de "valientes".  Yo no le doy ningún mérito a hacer aquí, en la democrática e indolente España, gestos de desprecio y de mal gusto  que no abren ninguna puerta a la razón ni al intelecto, tan solo califican a las personas que lo han perpetrado y al coro que se apunta a hacer leña del árbol caído.

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