lunes, 30 de marzo de 2020

Nadie en las calles infestadas de lejía.

Cuando el diablo no sabe que hacer mata moscas con el rabo. Miro las noticias de los pueblos que conozco y todos están obsesionados con el "baldeo con hipoclorito de sodio". Dan gracias a las empresas o a los tractoristas voluntarios, o al ejército, por ir a remojarles las calles de lejía.

Las calles están vacías, es tiempo de lluvias (ahora mismo en Béjar esta nevando) y la mayor parte de la gente que sale a comprar, lo hace para la "gran compra" (están semiprohibidas las compras pequeñas) o sea que van en coche, o para pasear el perro. Tan solo hay policías municipales o nacionales velando la cuarentena. Todo el mundo lleva mascarilla.
Los bichos que caen al suelo mueren por inanición, estoy seguro.

Vale que la lejía es el desinfectante tradicional: en todas las pensiones baratas se usa, por eso a la gente le repugnan las pensiones baratas. En ningún hotel de España, Francia, Italia o Portugal he olido nunca a lejía.

La palabra es políticamente incorrecta por eso ahora se habla de "hipoclorito".

Admito que rieguen con lejía las estaciones de tren, las puertas de los supermercados y las de los hospitales, pero que dejen a las calles en paz, sobre todo a las de los pueblos.

PD Y ayer batimos el record mundial de muertos. Y Sánchez sigue sin dimitir con su manual de resistencia como norte y guía. A ver si pasa pronto.

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