Estuvimos en esta famosa ciudad tres noches con sus días hace casi quince años; valdría la pena volver a ver exactamente lo mismo, pero teníamos lugares pendientes. El Sacromonte, por ejemplo: un barrio de grandes cuestas, pero no más que las de el Albaicín o la Alhambra, donde no tuvimos que arrastrar a nuestra niña de 10 años porque siempre animosa, intrépida, voluntariosa, incluso tiraba de nosotros. No era ese el problema. Sucedió que alguien había susurrado que el Sacromonte era peligroso. No sé si entonces fue verdad, ahora no lo es. Se trata de un barrio de casas flamencas donde se pelean por meterte a cenar a tapear y a ofrecerte el flamenco más puro de los mayas, salazares y no sé cuantos apellidos y motes flamencos de los que suenan. No entramos en ningún tablao, pero desde fuera se oían cajones peruanos y bajos estilo "Carles Benavent" (1): el flamenco "puro" es Paco de Lucía mayormente; tipismo comercial, no demasiado completo en su extenso aforo un jueves de junio.
Por la "acera" del Darro, que es una de las calles más famosas de Europa, circulaban lentamente taxis, con gente guapa y de postín dentro, camino de esos espectáculos. Yo miraba adentro no fuera a ser que apareciera algún famoso, pero no reconocí a nadie. También pasaron algunos taxis con los cristales tintados: hace una década estuvo por aquí Michelle Obama. Había muchos extranjeros, norteamericanos y japoneses, como peatones, pero muchos europeos de todas clases, incluidos rusos, aunque había muchos menos que en Málaga; tampoco estoy seguro de que todos fueran rusos, podían ser búlgaros, moldavos, bielorrusos, o eslovacos.
Había también carteles convocando concentraciones contra el turismo masivo.
Se comprende bien lo que es turismo masivo, pero toda Granada está volcada en negocios que dependen del turismo masivo, y vive gracias a ello. Reconozco que presencié consumo abundante, y los precios no son baratos precisamente. Mucha gente trabaja y gana, que de eso se trata, en la deprimida Béjar muchos quisieran ver, esa alegría y este futuro, ese rumbo.
Lo difícil había sido aparcar; peleamos por hacerlo lo más dentro posible y al final tuvimos que pagar porque era la última hora de la ORA (ordenanza reguladora de aparcamiento) Por la noche fuimos a sacarlo fuera, aunque tuvimos suerte y encontramos un hueco gratuito. Antes habíamos tomado nuestro hotel en una calle perpendicular a la que se llama Elvira por esta hermosa puerta del mismo nombre.
Granada tiene un ambiente moruno, y en la calle Elvira predominan comercios magrebíes con pastelería, tetería, especias, olores atendidos por auténticos musulmanes que hablan árabe, es un ambiente real y bien asentado, una parte del turismo que llega seguramente lo consume o, al menos desea verlo aquí.
pero vayamos al Sacromonte
Desde el Sacromonte se ve muy bien el Generalife, que es el edificio blanco de la derecha, y también la Alhambra.
Bien pavimentado e iluminado, lo recorrimos al anochecer disfrutando de las vistas del monumento más famoso de España.
Generalife en el centro del horizonte
Al final se iluminó el mágico complejo palaciego Nazarí mientras caía la noche.
(1) para quien no lo sepa es el bajista eléctrico que acompañó a Paco de Lucía en el centro de su carrera.
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