Escribo
mucho y con gran impresión, de los libros de literatura que voy leyendo.
Reflejo sinceramente lo que siento en esos momentos que es agradecimiento, por
el arte, por la sabiduría, por el sentimiento vertido en tan hermosos moldes;
pero no menos sinceramente vengo hoy a declarar que para mí el mejor libro que
he le leído es ese que aún no he escrito: el que muchas gentes, con tanto
sentimiento, me han contado en estos seis últimos años de búsquedas sobre su
guerra civil.
Mi admirable
amigo de San Esteban del Valle Valentín González, decía que con su vida se
haría “una novela cojonudísima”. Lo creo de verdad, no sólo por su peripecia en
la guerra sino por otras muchas de la vida civil que me mencionó, y se ha
quedado sin escribir, guardada en su
memoria que murió con él, como tantos libros de vidas repletas de vida y de
muertes. Quizá yo no me atreva o no sea capaz de alumbrar mi libro al público,
y termine muriendo conmigo, sin embargo, yo lo siento muy vivo dentro de mí, me
he alimentado con él a lo largo de estos seis años: es una sopa a base de
tropezones de recuerdos, con caldo de lágrimas; es una sopa caldosa, porque he
visto llorar a mucha gente y he querido llorar junto a ellos al recoger la
crepitación del manantial de sus lágrimas en mi hucha de sentimientos: junto
con sus verdades, sus leyendas, sus investigaciones, sus tergiversaciones, sus
acusaciones, sus elucubraciones..., y también las fichas, actas y declaraciones
que, a pesar de ser papeles, son tan verdaderas y tan mentirosas como todo lo
que expresamos los humanos.
Descubrí
el nombre de Licinio Morales en un manojo de copias de interrogatorios que me
fue dado leer, y que eran los que se recogían a los vencidos del ejército rojo
que volvían a sus pueblos del Barranco de las Cinco Villas a partir de abril de
1939. “Cautivos y desarmados” tenían que declarar, denunciar a “los revoltosos”
o a “los cabecillas” a los que cometieron los saqueos, asesinatos y
profanaciones de agosto y primeros de septiembre de 1936, pero también a los
que organizaron la resistencia armada al ejercito sublevado. En los días en los
que se les tomaba declaración, esos derrotados debían intentar buscar, desde el
calabozo de su pueblo, avales entre gente significativa “de orden” que
consiguiera que en el informe del alcalde (entonces todos los alcaldes eran
militantes de Falange Tradicionalista de las JONS) se dijera simplemente “puede
quedar en libertad, no es peligroso para la Nueva España”.
Uno
declaró “que los que organizaron la resistencia en el Puerto del Pico eran el comandante Guillermo Plaza de
Santa Cruz del Valle y Licinio Morales de San Esteban del Valle”. Yo había
revisado los libros de defunción de San Esteban y ya tenía varias horas de
grabaciones con viejos del lugar con las que iba pergeñando la historia, pero
nadie me había dicho todavía este nombre tan importante.
Inmediatamente
lo busqué en Google y entonces descubrí la página “quienes eran” que
alimentaban dos personas: Tomás Montero y Eva, ambos nietos de fusilados en
Madrid. La página es parte de un hermoso y necesario proyecto que se llama
Memoria y Libertad. Eva me animó mucho a seguir.
En esta
página aparece una foto lejana y difusa de Licinio Morales, a quien señalan
como médico y como alcalde de San Esteban del Valle, (los familiares siempre
quieren mejorar su pedigrí) aunque ejerciera subalterna y transitoriamente
ambos cargos, no fue ninguna de las dos cosas en propiedad: era el practicante
y el teniente de alcalde.
Cada
dato que se obtiene en una investigación como la mía funciona (además de cómo
ánimo) como una semilla, porque al sembrarlo produce una espiga de datos en las
siguientes entrevistas, proporciona nuevas preguntas, que iluminan el recuerdo
y el relato de los viejos, y también los datos que se puedan buscar en Internet
o en los ficheros de los archivos. Tengo bastante en mi hucha sobre Licinio
Morales, que fue un republicano rico, con inquietudes empresariales, destacado
innovador en la apicultura. Los beneficios de su industria mielera, (que su
familia tuvo que liquidar, en parte para
pagar los abogados que trataban de retrasar su fusilamiento), pocos años
después provocarían la codicia y el asesinato en Madrid del nuevo propietario
(pero eso es otra historia, otra novela).
Vuelvo
a Licinio Morales. Escribió esta angustiosa carta que he copiado de la página
“quienes eran” http://quieneseran.blogspot.com.es/2008/09/licinio-morales-gmez-11-06-1943.html
Ahora salgo para Yeserías y seguramente mañana me trasladan a Porlier a la provisional donde solamente comunicamos los lunes y por tanto me alejo de vosotros, mañana por la mañana podemos aún comunicar en Yeserías. Lo primero que tenéis que hacer es ir al defensor y que él os oriente de lo que tenéis que hacer. Como es abogado él mismo tiene que hacer escrito para el Capitán General de indulto. Lo primero que hacen es pedir informes al pueblo y si informan bien me conmutarán y si informan mal, me fusilan.
Hace un
mes descubrí esta foto en el Archivo de Salamanca, le hice llegar la referencia
a mi amiga Silvia, que es pariente de Licinio Morales, y que consiguió su copia y la
ha hecho llegar a la hija del fusilado que aún vive. Esta señora, que rondará
los 80 años, muy emocionada, llamó por teléfono a mi amiga con las
lágrimas agradecidas de poder ver a
estas alturas de la vida, esta foto de
su padre, la mejor y la más clara que jamás ha tenido de él.
“Lo primero que hacen es pedir .informes al pueblo y si informan bien me conmutarán y si informan mal, me fusilan.”
ResponderEliminarQue sencillo, que conmovedor y que brutal. La vida de un ser humano pendiente de un informe. Cuanto espacio para la injusticia. ¡Ay la guerra, la guerra!