y me inspiró este cuento:
COMPRÉNDALO: ASÍ EL CIELO ES MÁS CELESTE Y EL INFIERNO MÁS INFERNAL.
Pero los hombres proponen y Dios dispone, y
dispuso esta vez que el corazón de Aniano estaba abusado, y el altísimo iba
(respetando la estadística) a robarle doce años de vida para dárselos a uno de
tantos prudentes para que llegara a los ochenta y dos. La disposición vino a
sorprender a Aniano en un prostíbulo mientras holgaba a sus cincuenta y ocho
con una fogosa mulata de veintidós. Llegando al cénit del placer, el hombre se
encontró con un frenazo de ventrículo izquierdo que le precipitó al famoso
túnel de la vida, dándole tiempo sólo a voltearse y decir:
-“¡Cagüendios, no jodas que me muero!”.
Y estas fueron las palabras que repitió, como
prueba de cargo irrefutable, el arcángel-fiscal en el juicio a que fue sometido, el pobre Aniano. (Como puede verse los
juicios en el Cielo son rapidísimos, a diferencia de la penosa lentitud que
domina en los de la Tierra).
Aniano fue condenado al infierno. Allí no le
sorprendió ver a unos feroces diablos con pata de cabra que, alternativamente,
le torturaban con garfios, hielos, hierros candentes mientras le sodomizaban,
pero hubo un momento en que miraron al reloj y se retiraron a comer. Aniano
quedó unos minutos en paz , dolorido, pero recuperando el resuello, acababa de
quedarse dormido cuando de pronto sonó el timbre de su celda infernal, y tuvo
que levantarse a abrir.
Allí estaba una señora de como unos cuarenta
y tantos muy correctamente vestida con una revista en la mano. A su lado, un
caballero, también de atuendo impecable, que portaba un maletín.
-Buenas tardes. Disculpe la molestia. No sabe
que el reino de Dios va a llegar...
-¡Carajo! –exclamó Aniano- ¡Testigos de
Jeová! ¿Ustedes también vienen a dar por culo por aquí?¿Pero no eran tan
buenos, tan sinceros y tan observantes de la ley de Dios? ¿Qué hacen aquí
abajo?
-No, si a nosotros nos tocó ir al reino de
los cielos -faltaría más- pero es que allí también intentamos mostrar a los
bienaventurados nuestros libros y revistas. Hubo protestas, decían que ¡vaya
cielo éste! se escucharon palabras mayores, un conato de huelga.... de pronto,
se oyó un clamor general:
-¡Pues que se vayan a dar la brasa al
infierno!.
-Y aquí estamos. Compréndalo, es nuestra
misión. Hubo un acuerdo entre Dios y Lucifer y nos dejan entrar por aquí a
visitar gente. Después nos vamos a dormir al cielo, Todos dicen que así el
cielo es más cielo y el infierno más infierno.
Nosotros somos voluntarios, nos gusta nuestra
tarea y no le vamos a pedir dinero. Pero... no nos cierre la puerta, ¡quédese
al menos la revista Atalaya!
Puede que el paro sea fatal para el bolsillo, pero es fecundo para la creatividad. Me reí mucho con tu cuento. Gracias por mencionar mi pequeño espacio en la red. Mis respetos, mi admiracion y mis mejores deseos siempre.
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