domingo, 26 de mayo de 2013

COMPRÉNDALO: ASÍ EL CIELO ES MÁS CELESTE Y EL INFIERNO MÁS INFERNAL

El blog ambigo, La g del Grillo publicó este articulo:  http://lagdelgrillo.blogspot.com.es/2013/05/manana-de-un-sabado-de-mayo.html 
y me inspiró este cuento:




COMPRÉNDALO: ASÍ EL CIELO ES MÁS CELESTE Y EL INFIERNO MÁS INFERNAL.
Aniano nunca tuvo temor a la inminencia del infierno. Conocía que la estadística otorgaba a los varones de su país una esperanza de vida de 70 años, de manera que iba aplazando la observancia del decálogo de Moisés. Calculaba que a partir de los sesenta no tendría corazón para incurrir dignamente en ilícitos del sexto mandamiento, ni tampoco para soportar las taquicardias que le atacaban al perpetrar  una estafa, o negar indebidamente un derecho. Para esa edad ya tendría una vida bien corrida y un arreglado patrimonio así que sería, según él, el momento procesal oportuno de ponerse a bien con Dios y arreglar lo de su vida eterna.

Pero los hombres proponen y Dios dispone, y dispuso esta vez que el corazón de Aniano estaba abusado, y el altísimo iba (respetando la estadística) a robarle doce años de vida para dárselos a uno de tantos prudentes para que llegara a los ochenta y dos. La disposición vino a sorprender a Aniano en un prostíbulo mientras holgaba a sus cincuenta y ocho con una fogosa mulata de veintidós. Llegando al cénit del placer, el hombre se encontró con un frenazo de ventrículo izquierdo que le precipitó al famoso túnel de la vida, dándole tiempo sólo a voltearse y decir:

-“¡Cagüendios, no jodas que me muero!”.


Y estas fueron las palabras que repitió, como prueba de cargo irrefutable, el arcángel-fiscal en el juicio  a que fue sometido,  el pobre Aniano. (Como puede verse los juicios en el Cielo son rapidísimos, a diferencia de la penosa lentitud que domina en los de la Tierra).

Aniano fue condenado al infierno. Allí no le sorprendió ver a unos feroces diablos con pata de cabra que, alternativamente, le torturaban con garfios, hielos, hierros candentes mientras le sodomizaban, pero hubo un momento en que miraron al reloj y se retiraron a comer. Aniano quedó unos minutos en paz , dolorido, pero recuperando el resuello, acababa de quedarse dormido cuando de pronto sonó el timbre de su celda infernal, y tuvo que levantarse a abrir.

Allí estaba una señora de como unos cuarenta y tantos muy correctamente vestida con una revista en la mano. A su lado, un caballero, también de atuendo impecable, que portaba un maletín.

-Buenas tardes. Disculpe la molestia. No sabe que el reino de Dios va a llegar...

-¡Carajo! –exclamó Aniano- ¡Testigos de Jeová! ¿Ustedes también vienen a dar por culo por aquí?¿Pero no eran tan buenos, tan sinceros y tan observantes de la ley de Dios? ¿Qué hacen aquí abajo?

-No, si a nosotros nos tocó ir al reino de los cielos -faltaría más- pero es que allí también intentamos mostrar a los bienaventurados nuestros libros y revistas. Hubo protestas, decían que ¡vaya cielo éste! se escucharon palabras mayores, un conato de huelga.... de pronto, se oyó un clamor general:

-¡Pues que se vayan a dar la brasa al infierno!.

-Y aquí estamos. Compréndalo, es nuestra misión. Hubo un acuerdo entre Dios y Lucifer y nos dejan entrar por aquí a visitar gente. Después nos vamos a dormir al cielo, Todos dicen que así el cielo es más cielo y el infierno más infierno.

Nosotros somos voluntarios, nos gusta nuestra tarea y no le vamos a pedir dinero. Pero... no nos cierre la puerta, ¡quédese al menos la revista Atalaya!

1 comentario:

  1. Puede que el paro sea fatal para el bolsillo, pero es fecundo para la creatividad. Me reí mucho con tu cuento. Gracias por mencionar mi pequeño espacio en la red. Mis respetos, mi admiracion y mis mejores deseos siempre.

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