No importa ser édito o inédito, como soy yo. La maldición es que no te leen más que cuatro, salvo cuando metes la pata, que entonces te leen cuatro mil, o cuatro mil millones (supongo que se habrá traducido inmediatamente a todos los idiomas del mundo). Después de medio millón de folios memorables la frase por la que pasará a la historia Vargas Llosa será algo así como "por darle gusto al pichulín" que leyeron ayer en todas las peluquerías y desplazó definitivamente en la conversación de todos los bares a las bravatas del "Dibu" Martínez.
Le sucedió lo mismo a Francisco Umbral con el "he venido a hablar de mi libro" o a Fernando Fernán Gómez con el "a la mierda" o con el impronunciable pedo de Camilo José Cela.
Yo escribo para unas trescientas personas en una página de facebook que se llama Fotos Antiguas de Cardeñosa, y parece que son cuatro, salvo cuando me confundo, entonces me doy cuenta de que me leen, o los cuatro que me leen le dicen al interfecto que me he equivocado para que me avise.
Volviendo a Vargas Llosa, y para explicarlo todo, diré que dejó a su mujer de toda la vida en 2015 cuando tenía 79 años, por una jovenzuela de sesenta y pocos llamada Isabel Preysler, que había enviudado de un amigo suyo, y hace dos años ya que publicó un cuento, supongo que dentro de un libro de cuentos que se habrá agotado ayer, donde un personaje anciano se lamentaba de haber dejado a la mujer de su vida solo por darle gusto al pichulín, (leeros Los papeles de don Rigoberto, eso sí que es bueno) y parece que ni su novia hasta hace un mes, ni el entorno se lo leyeron, porque ya lo contaba todo.
Teniendo en cuenta la astronómica distancia, (solo de popularidad estoy hablando) con Mario Vargas Llosa, no sé qué deberá suceder para que me lean a mí alguna vez así.
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