Casi mil novelas (998) se han presentado para el premio Nadal de este año, ¿cuántas miles de horas por cabeza, escribiendo y borrando, pidiendo el favor a familiares o amigos para que te den una opinión o te corrijan? ¡cuánta ilusión para una lotería tan difícil! porque como lectores aficionados sabemos que depende del día que tengamos para que una obra nos guste e interese lo suficiente como para terminarla.
¿Cuántos lectores profesionales tendrá la editorial Planeta, que es la dueña de la editorial Destino, para leerse y escoger entre todo lo presentado e ir despejando unos pocos para que los lean los lectores más cualificados que decidirán "esta es la obra que vamos a intentar vender"?
Yo me presenté a este concurso que se falló en el año 98. Por entonces seríamos doscientos o trescientos los ilusionados; y además existía la opción "finalista" es decir, conseguían la gloria de la publicación dos libros. Luego leí que ese año ya estaba firmado el contrato con una escritora que había fichado la empresa porque ya había tenido un éxito editorial anterior.
Los demás quedamos como carne de cañón, vivimos entonces nuestra ilusión, intentamos hacer realidad nuestro empeño, y solo fuimos una cifra que prestigió a la editora para poder decir: "hemos escogido entre mucha gente, leed la obra que es la mejor de tan gran número". Es el gordo y no hay pedrea, qué responsabilidad para un lector decir a su equipo, "esta novela no vale". Esperemos que esté en manos de al menos dos lectores el descarte absoluto.
La otra opción de no autoeditarse es presentarse a premios de pueblos o ciudades pequeñas, que manejan los intelectuales locales y que suelen recaer en ellos mismos o sus amigos "yo te premio tu me premias nosotros nos premiamos... Yo me presenté a una de relatos de personajes de Arévalo porque coincidió que conocía bien a un personaje famoso que había pasado su infancia en esa localidad y lo preparé en diez días haciéndome pasar por un escritor local. Mi engaño acertó y la consiguiente decepción de la Cámara de Comercio por despilfarrar el dinero de sus socios en la gloria de un forastero "espabilao", sirvió para que el año siguiente el premio versara sobre un santo local con nombre y apellido. Después creo que ya no se convocó más.
Es terrible ser escritor desconocido, nadie te lee devotamente porque no eres nadie. Algunos de estos mil se lanzarán después al empeño de ver su obra publicada pagando a una imprenta por una caja de ejemplares con los que acosar a amigos y conocidos, que puede que te compren por compromiso y ni siquiera te lean, y a quienes mirarás como a los compradores de rifas para el viaje del fin de curso, que no les interesa la rifa, solo que les dejes en paz y les debas un pequeño favor.
Pues en esta rifa están mil, una gran oposición (es mucho mejor hacer oposiciones). Lo mejor de este año es que es gratis, se podía mandar como un archivo adjunto: no ha habido que invertir en imprimir, encuadernar y franquear como hice yo hace veinticinco años con la ilusión de convertirme en Juan José Millás o Francisco Umbral.
Pero no es tan triste. Yo defiendo que es mejor escribir, mientras lo haces sueñas, ordenas tus pensamientos, crees que creas, y luego, para dormirte por las noches, alimentas el sueño de la gloria literaria, del reconocimiento.
Aquí esta mi blog que afanosamente vivo para escribir con la esperanza de que me descubra alguien que le vaya descubriendo a otros mi valía. Mejor haber hecho algo que nada en mi coctelera de palabras con todo lo que he visto y leido.
Casi siempre cuando me releo me gusto, aunque al principio no me acuerde de haberlo escrito yo.
Yo, yo, yo, yo ¿no oís mi grito?
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