Lo más inteligente para salir del paso es
echarle la culpa a otro. Pero a la larga, a uno le pillan siempre.
Los profesores de universidad, que son los
peores: los que menos trabajan, los que más cobran, los que menos enseñan y los
más arbitrarios en sus calificaciones, vociferan y echan la culpa a los de
atrás cargando las tintas y diciendo que
del bachillerato los chicos vienen fatal, que ellos no están para tratar con
analfabetos, los del instituto hacen lo mismo con los de primaria, y los de
primaria se quejan de la mala educación
que los niños traen de casa, los padres se quejan de que no tienen tiempo...
Pero el mercado pone en su sitio a todos, especialmente a los profesores de
universidad: España es el país del mundo con más porcentaje de parados
universitarios.
El presente gobierno de España se pasa el
tiempo echando la culpa al pasado y pidiendo en el parlamento al partido de la
oposición que acuerden con ellos y que ayuden a gobernar y a explicar a la
ciudadanía la necesidad de los malos tragos que nos van a administrar para
adelgazar el sistema social a fin de que los intereses de la deuda no nos
asfixien. Como último argumento, lamentan amargamente su falta de colaboración.
Justo lo mismo, pero con los actores cambiados, que pasaba hace un año.
El gobierno actual sabía que el anterior no
estaba despilfarrando, ni en caprichos, ni obras faraónicas, ni siquiera en
coches oficiales. Zapatero era tan austero que, siendo aficionado, ni siquiera
acudió a la final del campeonato del mundo de fútbol de Sudáfrica, (desde Lepanto
“la más alta ocasión que vieron los siglos”).
Este gobierno creyó que alguien le ayudaría,
que habría empresarios durmientes, agazapados que empezarían a mover la
economía, que habría inversores extranjeros que confiarían su dinero por menos
interés a un gobierno de derechas, que habría españoles que repatriarían sus
capitales. Incluso para ello ofrecieron una vergonzante e injusta amnistía
fiscal.
Creían que su sola presencia haría funcionar
las cosas. Pero no hay nada más: ellos no tenían ningún plan diferente que
seguir con los recortes, cada vez donde más duele. Recortes que deprimen una
economía que ingresa menos y paga cada vez menos impuestos a pesar de haberlos
subido: estamos en un círculo vicioso que sólo nos conduce a la anemia.
El gobierno impotente, en lugar de gobernar,
se enroca en la culpa ajena. Como el resto de los españoles, no tiene ni idea
de qué hacer, tan solo resistir y echar balones fuera.
Se le gastan los trucos para salir del paso.
Recuerdo que la portavoz del gobierno, Soraya Saenz de Santamaría declaró
solemnemente que habían descubierto, sólo en Madrid, muchísimos kilómetros
cuadrados de inmuebles propiedad del estado que estaban desocupados, mientras
se “despilfarraban” muchísimos millones euros en alquileres. Claro; como si
todo fuera intercambiable. Habrá cuarteles, caballerizas, almacenes, palacios,
solares donde no es posible ni rentable para el Estado colocar un juzgado, una
comisaría de policía, una oficina de la seguridad social, ni por ejemplo
trasladar allí los cuadros del Museo del Prado. La portavoz se quedó tan ancha
como si hubiera dado un bofetón a los anteriores gobernantes por su incuria.
Seis meses después no se sabe que hayan habilitado, ni estén habilitando
ninguno de esos kilómetros cuadrados de inmuebles para eliminar el despilfarro
en arrendamientos. Si el Estado ha dejado de pagar algún alquiler habrá sido
por eliminar servicios y prestaciones cerrando sus oficinas, nunca por
reutilizar ninguno de esos clamorosos inmuebles ociosos.
Otro truco reciente sucedió hace muy pocas semanas. Anunciaron que apercibirían a las
compañías petrolíferas para que bajaran el precio del combustible,
amenazándolas severamente con sanciones. Curiosamente, ahora, a finales de
septiembre ha bajado el combustible 6 ó 7 céntimos. Alguna gente dirá “mira:
tenemos un buen gobierno que ha metido en cintura a los gasolineros”. Sólo
pensando un poco nos daremos cuenta que en el verano, en España y en todo el
hemisferio norte, se consume, por las vacaciones y por el buen tiempo, mucha
gasolina en desplazamientos. El aumento de demanda trae la consecuencia del
aumento de precio. Llegado el otoño siempre baja la demanda y baja la gasolina,
como ¡oh! milagro de la autoridad del gobierno, acaba de lograr. La portavoz
con su altisonante amenaza no hizo otra cosa que predecir, para los
incautos, el otoño.
¿Serán capaces de predecirnos el otoño todos
los años?
No hay comentarios:
Publicar un comentario