Barcelona es catalana y española, pero
por ser la capital de Cataluña, ha de expresarse mayoritariamente en su lengua
propia, y sólo marginalmente en castellano, para no herir susceptibilidades
políticas sobre si defiende el catalán como debe o descuida su cometido. Esto
se ejecuta al precio de perder gran parte del público castellano parlante que
vive en Cataluña, y también las giras por el resto de España, donde no
entendemos catalán y tampoco nos interesa promoverlo. Con esta, primero
tendencia, actualmente política oficial, los artistas catalanes sólo podían
perder público, trabajo, dinero... Es
una injusticia.
Entonces, hace unas décadas, surgieron los
visionarios “Tricicle”, que saltaron la barrera con la manera más española (ya
que se nos dan tan mal los idiomas) de hacerse entender: el gesto.
Tricicle es un grupo barcelonés que triunfó en toda España y singularmente en Madrid, donde hacían temporadas de meses a teatro lleno. Este grupo de cómicos inventaron el esperanto teatral en nuestro país y han creado escuela, (en Salamanca por ejemplo hay al menos dos grupos que hayan venido con un montaje muy profesional por Béjar, -Spasmo Teatro es el mejor-). Habrá muchos más en otros sitios, pero Tricicle tiene unos hijos reconocidos y criados por ellos: son los Clownic, que directamente estudiaron y fueron dirigidos por los Tricicle. Pienso que lo más dificil de un espectáculo como este sin palabras, quizá sea dirigirlo, afinarlo desde el patio de butacas. Como los Clownic comparten el mismo handicap lingüístico que los Tricicle; la necesidad les hace ser, de nuevo, los mejores.
Con ese cartel se les recibe en Béjar, donde
nosotros ya les hemos visto otra vez y sabemos que son un valor seguro, también
lo saben los programadores de eventos culturales: que el público llenará la platea aunque sea
un jueves, a final de mes, y a 12 euros la entrada. Y se sabe que estaremos
expectantes con media sonrisa aprestada en la cara.
Y no defraudaron: ingenio, combinación de
recursos, excelente dirección, frescura... todo aprovechado al máximo. Muy
rítmicos y cada vez más físicos, no es extraño que los veteranos miembros del
Tricicle ya buscaran hace años diversificar su arte. Rindieron al público la
hora y media la hora y media de risas y la docena de euros de inversión. Además
de eso, los Clownic tienen otro gesto, -ya lo tuvieron la vez anterior- de
saludar al público a la salida a la realidad con palabras, cual si fueran
pastores protestantes, en su caso también bajan de las tablas para devolvernos
a la calle sin risas divinas que nos espera fuera, y nos enganchan su semilla
de agradecimiento. Sus sinceras gracias por mantenerlos, por hacer rentable su
creación, su virtuosismo; por ayudarles a terminar de erguir esa obra, que me
dijo uno de ellos -y es verdad- no sería nada sin el público. Los aplausos
sustentan su vocación, y los euros extienden su futuro, porque sería una
lástima que tanto talento, por unas cosas o por otras, no lo pudiéramos compartir.
Y quien no los vea, no sabe lo que se pierde.
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