He leído con gran deleite el rítmico libro de
Paquito D’Rivera Mi vida saxual. Es un anecdotario lleno de figuras, cuyas páginas se pasan con gran acicate, esperando que salgan los nombres que a uno le interesan, (por cierto, muchos
salen). No voy a competir con la hermosa crítica que le hizo Guillermo Cabrera
Infante en el prólogo, pero apuntaré que este libro entronca con la picaresca
española más clásica. A pesar de las tragedias y desazones que se adivinan, (a
poco que se pongan los pies en el suelo para pensar), el libro le saca a uno una
perpetua sonrisa, porque este hombre es un cachondo mental, un tipo ideal para
irse unas cuantas veces de juerga con él, pero que yo no toleraría como amigo.
Aunque Paquito D’Rivera sea ingenioso,
inteligente, y con las ideas muy claramente arremetedoras contra las tonterías
y las comuniones con ruedas de molino de los gobiernos del mundo (singularmente, como no podía ser de otro
modo, contra el Castrismo), es un tipo aficionado a las bromas pesadas y un
continuo urdidor de complicidades para ese fin. Supongo que, a su ya respetable
edad, no se le ocurrirá perpetrar las burradas que cuenta, pero el hecho de que
las mencione y se recree en ellas es algo que personalmente no acepto, ni en
broma.
Por otro lado, el libro está lleno de
chistes, de sarcasmo político y de clamorosos desnudos de ese monarca castrismo
que tanto sufrieron y sufren los cubanos. Hace poco tiempo, en un famoso blog
que sigo, vi un titular que atribuía a Raúl Castro la idea de que el comunismo
cubano es muy fuerte pues lleva resistiendo 50 años frente al imperialismo
yanki. Ciertamente debe tener muy sólidos ganchos, sobre todo, porque resistir la erosión de los millones de
chistes, de sorna, de dichos y repetidos por su ocurrente pueblo cubaniche,
que revelan sus vergüenzas, sus fatuidades y las sangrantes carencias, tiene
que ser porque el régimen tiene mucha fuerza bruta que oponer a su pueblo
llano, o unos méritos sociales que ya, -por habérseme incluido en la gusanera-
yo no soy capaz de ver.
El pasado 17, leyendo el blog Segunda Cita sobre apagones en Cuba, encontré una excusa para intervenir. Resultaba que Silvio Rodríguez, excitado por haberse metido en el mercado negro a arreglar su teléfono móvil, (por cierto, un Iphone, que costará el sueldo anual de varios de sus compatriotas) trapicheando como un vulgar cubano de a pie, nos regaló un relato digno de Yoani Sánchez, pero lo hizo como un comentario al margen ya mediada la ristra de alabanzas que acompaña a cada una de las “entradas”. En éstas está la versión oficial de sí mismo, la exportable dentro del mercado ideológico en que se mueve su blog.
ResponderEliminarEsta vez sólo le animé a atreverse a hacer cosas así, a pecho descubierto, para suscitar más vida, otra vida, para su comentadero, pero hay gente detrás suyo, dentro y fuera, (y él mismo en su versión oficial) que se pueden sentir abochornados por esas travesuras. A mí me gustó la mía.