No voy a engañar a nadie: yo soy
materialista, ateo, no creo que haya nada más. Otra cosa es que me conmueva el
arte, los animales, las puestas de sol, el amor, la ternura... Me cuesta
trabajo y a veces también descreo de creer que sean tan sólo moléculas y átomos
y electrones.
Llegado este tiempo, 2012, cuando frente a
una pantalla de ordenador manofacturada con moléculas, átomos y electrones, uno
puede emocionarse con lo que ve o con lo que escucha por aquí. Es una magia,
una ilusión, cuyos mecanismos no comprendo, como tantos con los que convivo,
pero sé que son algo material. Pero aquí donde lo veis sólo hay ciencia
material.
El pasado domingo, en un autoencargo que me
hice, fui a fotografiar un calvario de
piedra torpemente situado en un sitio que no corresponde, pues fue expoliado de
un pequeño pueblo de Ávila con falta de ortografía, llamado Riocabado, para
traerlo a la capital donde reposa cerca del cementerio municipal con el
resultado que podéis ver.
Aunque había pasado andando varias veces por
allí, nunca lo había mirado bien, ni con buenos ojos. (Soy algo pueblerino y me
creo poseedor del calvario más hermosamente emplazado http://guerracivilenlas5villasdeavila.blogspot.com.es/2012/04/hoy-voy-presumir-de-mi-pueblo-cardenosa.html y más airoso de la
cristiandad, no iba a regalar miramientos a “la competencia”). Me sorprendió su
detalle y, dando las gracias a la gratuidad de las fotos digitales, le hice un
par de decenas.
Más tarde, cumpliendo mi autoencargo se las
envié por correo electrónico a mi amigo Teodosio y no me privé de hacer un
pequeño comentario a algunas de ellas. Entonces me sorprendió la mirada mineral
de Cristo hacia el Buen Ladrón (que por cierto tiene un pelo rizado, labios
negroides y una mirada que hasta me parece maliciosamente entornada como de mantis religiosa), y me
acordé de que en esos momentos le perdonó sus pecados y en medio de su propio
dolor humano y del de aquel desgraciado,
que no cesaba de mostrar su inquietud, le dijo algo así como “esta noche
dormirás conmigo en el paraíso”.
Volví a mirar la escultura de Cristo en un
material tan inexpresivo y variopinto como el granito y me conmovió su belleza,
su majestad, su sinceridad; es de una humanidad sobrehumana frente al oscuro
ladrón que aún resultaría más infausto, más menesteroso, en el siglo XVII,
cuando fueron hechas estas esculturas.
Ahora mismo estaba disfrutando de la escucha
un disco compuesto por José María Gallardo, para sí y para su grupo La
Maestranza. Ante tanta belleza pensé en aquella mirada de Jesucristo y en el
perdón, y en lo hermosamente humano que sería el ideal del perdón y la
hermandad universal; supongo que esta frase la habrá dicho alguien y si no la
patento: la verdadera democracia es la fraternidad.
Los sentimientos artísticos son una de las
mejores teorías de la vida, lamentablemente la vida es asquerosamente práctica.
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