sábado, 15 de septiembre de 2012

LA COMODIDAD NOS ESTÁ JODIENDO LA VIDA.

                                                                                       Foto José Hidalgo Cenalmor
 

Nací en un pueblo abulense llamado Cardeñosa, que está en un pequeño valle que hay en una meseta rodeada de suaves cerros. Llueve poco y se recauda muy poca agua de las escasas alturas (además poco arboladas) que lo circundan. Mi pueblo siempre estuvo sediento; casi todos los veranos había crisis de agua. Los habitantes esperábamos alrededor de las fuentes públicas para llenar nuestros pacientes cántaros con un hilillo exasperante que cada vez sabía más a tierra. Adjunto un enlace a un breve video:http://www.youtube.com/watch?v=5GhCQW-1JMo  Con el agua de esos cántaros se bebía y se cocinaba, muchos nos lavábamos cuando se agotaba la -también escasa- de los pozos caseros, mientras que las mujeres (1) lavaban y aclaraban su ropa en las pozas; cada cual aliviaba sus esfínteres en el corral o en el campo, sin gasto de agua “sanitaria”.

Hacia 1980 se inauguró el agua corriente. Hubo polémica sobre si el pueblo aguantaría con el aporte del agua que se tomó del hueco de una cantera de un vallejo aledaño (ya entonces había que subirla cuesta arriba).

Afortunadamente por esos años la población disminuyó drástica y paulatinamente, y el agua aguantó quizá más de lo previsto. Las mujeres de Cardeñosa fueron liberándose de la penosísima tarea de lavar la ropa con ese maravilloso (pero gran consumidor de agua) artilugio que es la lavadora automática, incluso mucha gente fue aprendiendo que después de hacer “pis” también había que vaciar la cisterna para acompañar los vapores amónicos y el rubio color hacia el desagüe general, que se ha convirertido en el único arroyo permanente del pueblo donde en verano abrevan los pájaros y demás fauna silvestre.

Pero las necesidades veraniegas no cesaron; al contrario, muchos veraneantes acudían a Cardeñosa para usar el agua con la amplitud de que disfrutaban en sus ciudades. Incluso había gente que quería ducharse todos los días. El pueblo siguió teniendo restricciones, mayores en los barrios altos, dos horas de agua, una hora, media hora..., abastecimiento por camiones cisterna. Pero los camiones cisterna de la Diputación de Avila no daban abasto para tanta necesidad sobrevenida en tantos pueblos, de manera que siempre estuvieron instalados en la escasez.
 
pantano de Las Cogotas a medio llenar. Foto de Joe Hidalgo Cenalmor
 
 
El problema podría haber llegado a solucionarse definitivamente con el pantano de Las Cogotas si se salvaba la aberración cultural que supone beber el agua de todos los fregaderos, de todos los inodoros, (lo que incluye los de los hospitales y los de los bares y estaciones de autobuses más infectos) de Ávila. Se salvó: el pueblo tragó. Yo nunca volví a beber agua del grifo, ni mi madre a cocinar con ese líquido elemento que meábamos aguas arriba en nuestra casa de Ávila. Sé que hay gente que para la bañerita de sus niños pequeños utiliza agua mineral. Pero el pueblo se ha acostumbrado definitivamente a la comodidad de abrir un grifo y ya siempre lavan y duchan sus cuerpos y su ropa con “agua reciclada”: parece que no hay marcha atrás; aunque la gente bien podría recuperar la costumbre de ir a cagar y percolar al desocupado campo que les rodea y ahorrar los seis litros de un cisternazo. Ciertamente habría que lavar menos y lavarse menos, pero esas higienes -aunque no llueva- parece que pertenecen a los derechos humanos, a la dignidad.

 

El problema, como el efecto invernadero, la sobrepesca, los pesticidas y herbicidas, la crisis energética, la invasión de las basuras, el deterioro de los acuíferos por las sales que tan generosamente se echan para derretir las nieves invernales... se agudiza porque todos los pueblos han seguido las mismas pautas “higiénicas” de consumo de agua. Ahora muchos más municipios abuleneses succionan el agua del “pantano cloaca” de Las Cogotas. El asunto se corrompe más con la presente sequía: todos los que se abastecen tocan a menos agua y al mismo “pis” de los 60.000 habitantes de Ávila que se vierte 3 ó 4 kilómetros aguas arriba. La proporción es alarmante. Aquí puede verse el estado actual.
 

Concretando:  hoy voy a ver a mis padres que apuran su verano en el pueblo y llevo 30 litros de agua de Béjar en el maletero de mi coche. Mi madre me suplicaba ayer por teléfono que no se me olvide: el agua ya no es inodora, ni incolora, (no creo que nadie la pruebe, pero me permito concluir que tampoco será insípida). Es decir, en mi pueblo natal ya no corre agua por las cañerías; es ,más bien, detritus. El precio de no utilizar el agua ecológicamente; por ejemplo no ducharse todos los días para no oler “a sobaco”, no vaciar la cisterna cuando se hace pis... provoca que ahora por la cañería circule un líquido sospechoso. Estuve en el pantano y doy fe de que “huele mucho, y no a ámbar”. 

 

Soy machacón: la gente no parece darse cuenta de que mi pueblo y otros cientos de Cardeñosas no pueden vivir con las mismas pautas de consumo e higiene que un lugar lluvioso o que disponga de generosas corrientes de agua como Zaragoza o Zamora. Sin embargo, pisan el acelerador como el resto de la humanidad usando coches particulares, plásticos, sobrepesca, pesticidas-herbicidas, y sal invernal. El confort ciego es tan peligroso como una guerra.

La paradoja de mi inviable pueblo sediento es que hace 40 años la gente se echaba colonia para no oler “a sobaco” y ahora se la echa a fin de no oler a “agua reciclada”. Para este camino ¿hacían falta alforjas?.

 

 

Pondré otro ejemplo "de la leche": hace años en las ciudades se vendía envasada en bolsas, leche fresca pasteurizada para dos o tres días (en Zamora hace 9 años todavía la había y la pediatra de mi hija nos recomendó que usáramos esa y no otra) pero en la mayoría de los sitios es inencontrable porque dejó de fabricarse: no había demanda, para el consumidor es más práctico tener varios cartones de leche almacenada que dura seis meses y que no hay que conservar en el frigorífico. La preferimos hace unos años por ser infinitamente más cómoda ¿pero, será lo mismo?.


(1) (nunca se supo desde el año 0 a 1980 que ningún hombre acudiera al lavadero público)

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