Acabo de leer “Historia secreta de
Costaguana” del Colombiano Juan Gabriel Vázquez y el cuerpo me pide el homenaje
de volver a la primera página para
recrearme con su relectura. Pero no es mi apetito mayor, porque lo que más
desearía es ponerme a leer Nostromo de Josef Conrad, novela y santo a
cuya devoción se escribió el libro que me acaba de deslumbrar.
Existe otro santo, insoslayable, que se
cita sin citarlo, que está en su magisterio y en el uso central que el autor
hace del mejor idioma castellano (universal) como instrumento preciso y
asequible, sin esos entorpecedores localismos que tanto aparecen en tantas
novelas hispanoamericanas. Me refiero, a Gabriel García Márquez, cuya
contundente respiración he escuchado en este libro. Juan Gabriel Vázquez erige
para nosotros una tremenda historia colombiana de finales del XIX y principios
del XX, que nos incita a querer conocer más la de ese país marginal y
desmesurado, cuyas sangrientas locuras añejas parecen como anécdotas en tazas chocolate
en aburguesada mesa camilla, en una tarde somera de luz camino del crepúsculo; las mismas historias que Garciamárquez
nos hace partícipes, corriendo el mismo visillo de encaje decimonónico
sobre la terrible y sangrienta realidad que, con inagotable frecuencia sigue anegando ese
país.
La elección de Juan Gabriel Vázquez es
aparejar la historia de Josef Conrad, con la de su protagonista, un testigo de
esa realidad colombiana, que se muda al histórico acontecimiento del colosal
fracaso (tropicalbíblico) de la primera empresa del Canal de Panamá aderezado
con esas incomprensibles cien guerras entre liberales y conservadores, que nos
contaba García Márquez y que, como nunca nos las estudiamos, seguimos sin
entender, más que como un terco deporte nacional. La historia ameriza en el
parto programado por cesárea de la República de Panamá, que preñó y asistió el
gran gigante emergente de la época: Estados Unidos.
El autor, colombiano, aunque es muy listo, muy profesional y gasta
mucho sentido del humor, deja sentir su lamento por la pérdida que para su país esta amputación territorial y económica. -Aunque bien se ve que una obra
tan seria como el canal de Panamá no hubiera podido ser, ni explotarse, en el
informal país colombiano-.
Juan Gabriel Vásquez, es un gran escritor,
muy documentado y maduro, difícilmente alcanzable para mí; que es nueve años más joven que yo y eso me
hace deprimir por mi todavía estéril vejez, pero ya lo sospechaba. Es un
hijo del gran Gabo y me juego la uña del dedo meñique a que el Gabriel que
contiene es un homenaje tatuado por sus padres. Se ve que el muchacho es culto
de nacimiento.
Gracias Juan por su dedicación a Colombia.
ResponderEliminarComo usted bien dice la historia colombiana queda en las ramas del tronco de la historia universal aunque no nos hayan faltado quijotescas, heroicas y sanguinarias guerras y sus consecuentes cicatrices, pero que no nos dan relieve y sólo despiertan la atención por los grandes literatos colombianos que se ocuparon de ellas en sus novelas.
Lo de la amputación del istmo de Panamá de nuestro suelo patrio debería ser más evidenciado porque marca también el más claro y flagrante comienzo del imperialismo yanki en América Latina. Duró los cien años que nominalmente duró en el Canal, pero los USA no se conformaron, y mantienen sus intereses bien amarrados. Recuerde Ud. que la última gran intervención, (que no tuvo nada de quirúrgica, pues murieron centenares de civiles en el bombardeo del barrio del Vedado) fue para desalojar y encarcelar al antiguo agente de la CIA Antonio Noriega. Nos merezca la consideración moral o jurídica que nos merezca esta persona, aquello fue un acto más de imperialismo sobre nuestra tierra. Esa que despectiva pero elocuentemente llaman ellos “el patio trasero”.
Encargaré el libro de Juan Gabriel Vásquez.
Evelinda Jaramillo.