Me
entendí bastante bien en francés con un argelino. Increíble: 30 años sin
estudiarlo y toda la vida sin practicarlo. Lo bueno que es quererse entender.
En el
autobús de vuelta hablé por segunda vez en mi vida con un uruguayo (el primero
fue Leo Masliah). Y hablamos de Onetti: mi interlocutor también le aprecia
mucho, pero igualmente se le atraganta.
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