sábado, 25 de agosto de 2012

(Camino de Cataluña) Visita Guiada a la catedral de Sigüenza


Visita guiada a la catedral de Sigüenza. 

No hay estadísticas, ni creo que las haya nunca, por eso, me atrevo a afirmar “a bulto” que el 80% de los argentinos maneja el idioma mejor que el 80% de los españoles. De este dato con pies de barro infiero que entre el 20% de los españoles que hable tan bien o mejor que la media del 80% de los argentinos seguramente hay muy poco porcentaje que pueda competir con la excelencia del 20 % de argentinos que lo hablen mejor.

Hago este exordio para recomendar la guía de tres visitas a tres sitios muy interesantes.


La primera es una señora que rondará los 80 años, y que enseñaba el año pasado la colegiata de Berlanga de Duero en Soria. Era como una guardesa del monumento, que explicaba la imponente iglesia a la manera más popular (lástima de no haber portado mi grabadora étnica), buscando en la desconfianza la complicidad del visitante, colocando anécdotas que sonaban extremadamente apócrifas de tan graciosas, y alabanzas que a tomadas al pie de la letra aproximan al monumento y sus contenidos  a la mismísima Roma. Aprovecha la buena señora para ilustrar a sus escasos seguidores, -nuestro grupo fue de cinco- lo que cuesta restaurar e iluminar cada pieza que nos enseña y los acuciantes problemas de robos sacrílegos que explican que vaya constantemente armada de un manojo de llaves que van abriéndonos y cerrando las capillas. Siempre mira de reojo a los otros visitantes que no la siguen, como si fueran intrusos, llegando a un punto crucial donde nos narra como frustró un robo cuando los bandidos ya tenían la pieza casi arrancada. En bastantes casos cuenta el retablo o el capitel como un lorito y ninguno de los turistas osa cometer la grosería de interrumpirla y comprometerla con una pregunta. Al final extendió su mano y yo, que de ordinario soy poco voluntarioso, sorprendí a mi mujer e hija con un óbolo impropio por lo alto.

También el año pasado tuvimos el ilustrativo placer de asistir a la explicación del museo de la ciudad de Clunia, al sur de la provincia de Burgos. Allí una saladísima y entusiasta mujer de unos cuarenta y pico de años, nos maravilló con sus explicaciones geológicas, históricas y de cómo se descubrieron los abastecimientos de agua de una singular meseta donde sólo los ingeniosos romanos pudieron llegar a concebir y ejecutar termas y baños públicos. No me corté de alabarla y nos reconoció que como no pudo conseguir la oposición de maestra vuelca su vocación de esa manera; y que la salada no es ella, sino su madre. Para mí, hasta hace un par de semanas, era el molde platónico de visita guiada.

Esto sólo lo podía superar, (no sé por qué no lo había pensado desde siempre), un argentino, con su naturalidad, su prolijidad, su humor cómplice.  Recursos, que parecieron improvisados y casi infinitos dentro de la panoplia argumental del mejor guía, a la docena de seguidores, que le preguntamos con abundancia y nos colmó creciéndose con su aclaratorio arte con un idioma ya tan plateresco como rioplatense.

  Claro; los argentinos son capaces de hablar durante decenas de minutos, sin muletillas, sin  repetir la misma palabra, demostrándote que ellos son los listos y tú te tienes que conformar con seguirlos en su discurrir de malabares argumentos; y todo eso lo suelen hacer vendiendo humo.

Pero si  a un argentino le das para explicar un continente como la catedral de Sigüenza tan lleno de contenido y de historia, él toma sus poderes en forma de arte palabreresco y prurito erudictivo (creo que se había leído sobre su catedral todo lo leíble, incluido el libro de piedra que porta el Doncel), y sólo puede resultar un espectáculo recomendable como atractivo per se  para ir a la hermosa ciudad de la provincia de Guadalajara.

 
 
 
 

Lo siento, porque ninguno de vosotros querréis escuchar, si os toca en suerte,  al otro explicador, con aspecto de producto nacional, que vimos a la mañana siguiente cuando agrupaba visitantes para iniciar su recorrido en la capilla de los Vázquez de Arce.

 
 

PD. Este argentino es católico y trabaja para la iglesia católica (que aún es bastante nacional católica) y nos habló de la reconstrucción y recrecimiento de la  cúpula central que hundió un bombardeo de la guerra civil, y rompió un púlpito de alabastro sobre el que cayó parte del derrumbe. Nadie preguntó, -supongo que todos dimos por sentado- y yo sentí el dolor del salvajismo republicano, ¿a quien  si no, se le hubiera ocurrido bombardear esta catedral?  Porque en esa zona fronteriza no sabía en que parte de las dos españas cayó Sigüenza y pensé, por analogía, que sería un vandálico aviador, como los que bombardearon, para desmoralizar o para enrabietar o simplemente para destruir, iglesias que yo sepa de Segovia o Ávila o El Pilar de Zaragoza. Pero más tarde, al explicarnos que la sacristía había sido hospital y hace un par de años salieron en el ABC fotos de las camas de los heridos en esa dependencia, inferí y afirmipregunté ¿entonces quien bombardeó y destruyó la cúpula tuvieron que ser los nacionales?, ahí le salió el oficio de la iglesia católica que le proporciona el trabajo, que si la Legión Cóndor, que si fue la torpeza de uno de los tanques que sitiaban la ciudad.

Lo que no me extrañaría es que las fotos del derrumbe fueran, en su día, o sigan siendo presentadas por los franquistas de hoy, como propias de la “barbarie roja”.

                          Cúpula y púlpito que se destruyeron y restauraron de aquel bombardero amigo a la catedral-fortaleza

En cualquier caso, en una explicación tan inteligente y prolija, nuestro guía debería habernos dicho “de primeras” y no diez minutos más tarde “a preguntas de”, quiénes fueron autores del bombardeo que tanta repulsa causó en la audiencia en el primer enunciado que se hizo. Pero quien paga manda y nunca mejor dicho, el obispado -o quien mande allí-, no va a permitir (hoy nunca mejor dicho) que se tiren de oficio piedras en el propio tejado.

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