Jardín de Villa Valeria o un “remake” de La Familia de
Ettore Scola.
Para los que hayan visto la recomendabilísima
película de 1987, protagonizada por Vittorio Gasman, el Jardín de Villa Valeria
es como aquel pasillo de la casona familiar donde hace aquellos recurrentes
paseos la cámara de Scola.
En el transcurso de unos treinta años de la
novela, la vida discurre y los actores secundarios, que al principio son
alegres antifranquistas, se deforman, se separan y aparecen tragedias como la
vida misma. Este es un relato generacional con bastantes conocidos nombres
reales, (parece autobiográfico de Vicent), sobre el desencanto democrático
español, fenómeno del que hay varias películas buenas y malas y supongo que
habrá análogas novelas.
La vida es una experiencia corruptora y
disgregadora, y contra Franco existía una omnímoda ilusión, que desapareció
poco después que él, porque el franquismo era un molesto paredón que había que
derribar, pero un paredón es algo más ordenado y cómodo en que apoyarse (sobre
todo para estar unidos) que el campo abierto que surgió después, donde
aparecieron bosques donde perderse y algún abismo donde caer.
El autor es Manuel Vicent, un autor de
lectura obligada todos los domingos en la última página de El País. Gran
artesano de la sinestesia, y excelente propagandista de lo mediterráneo, -sobre
todo de sus tesoros vegetales-, nunca me ha defraudado ahí. Sus novelas son de
lectura fácil y regalona para los oídos, y cortas, lo cual se agradece.
A la melancólica crónica de Vicent, que tiene
una final sorpresa feliniana, (no salimos del Mediterráneo), le falta la música
que sí tiene -y excelente- la película de Ettore Scola. Vicent trata de
compensárnoslo copiándonos letras de canciones.
Pero eso: le falta la música.
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