Esta palabra suena a Lope de Vega y a él tienen dedicada la plaza principal de esta localidad cordobesa. No olvidaré que una vez la vi en teatro, porque en la violación que producen los soldados a una de las mujeres, de pronto nos la desnudaron completamente, fue en un teatro de Ávila en 1984, del texto y del argumento no me acuerdo significativamente, porque aquella resultó una de las imágenes más impactantes que he visto en un teatro y fagocitó todo lo demás.
Habíamos pasado otras veces cerca y siempre quedaba ahí pendiente la cuenta del homenaje al nombre y a la obra. Estábamos iniciando el doce de octubre un viaje cronopiesco a Andalucía con un único objetivo: Priego de Córdoba y lo que salga ; y lo segundo que salió, mucho antes de llegar a Priego, fue este nombre en una loma coronada por la torre de su principal iglesia. No sabíamos la cantidad y calidad de torres y de iglesias, (de ermitas también) que nos saldrían en este viaje. Y la cantidad de participaciones de lotería que veríamos en sus bares con la imagen Jesucristo con su túnica morada y su cruz a cuestas; aproximadamente el doble, que tampoco son pocas, de la virgen dolorosa y coronada.
Plaza de Lope de Vega cuya imagen vemos en una especia de pirámide truncada a la izquierda de la escalera.
Encontramos la iglesia abierta, que nos sorprendió por sus retablos y pinturas al fresco, algunas recuperadas. Supongo que toda la iglesia estuvo policromada pero en su día y con nuevos criterios de moda se decidió taparlas y ahora, en más modernas restauraciones, se han redescubierto. Comenzó un viaje como todos, regido por la suerte, porque diez minutos después de haber visitado este templo vimos que habían venido a cerrar la puerta, y nos felicitamos de nuestra puntería temporal.
Para nosotros viajar es un poquito de aventura, y en este último comenzamos por tener que inaugurar la rueda de repuesto. La suerte (también buena) es que en una parada fisiológica descubrimos que la válvula de una de las ruedas traseras estaba perdiendo aire. Lo que nos hizo perder media hora en el cambio, y luego inmediatamente debimos entrar en una gasolinera para comprobar que todas las ruedas, incluída la de repuesto, tenían la misma presión. Llevando la rueda inutilizada, ya teníamos el imperativo de encontrar en nuestro camino un taller donde nos la repararan (ese día 12 era fiesta nacional y los talleres estaban cerrados). Mejor al día siguiente, no fuera a ser que nos ocurriera algo más y nos encontráramos sin repuesto. Ahí siempre se inaugura la inquietud, porque uno no sabe cuánto ni dónde. Afortunadamente el azar del día después nos llevó a un taller a las dos menos cinco donde unos mecánicos muy jóvenes nos la repararon y repusieron, ¡por solo ocho euros! En agradecimiento les regalé una bolsa con manzanas y tomates de las que llevamos siempre en esta época del año para avituallarnos. Se nos quitó un peso de encima.
Uno no se imagina que, en el pequeño pueblo de la famosa obra, nos íbamos a encontrar un fabuloso palacete modernista, con sus nidos de golondrina sobre la puerta, que fue la razón de esta última foto.
No había casi nadie por la calle: era la hora de comer y de la siesta, y estoy seguro de que a la sombra pasábamos ampliamente de los treinta grados.
Elegante portada de un convento con este color, rojo avioletado, que encontraremos en muchas de las construcciones contrastando con el blanco. La otra opción de color es el amarillo "albero" muy típico de Sevilla. Llegamos a preguntar si este rojo tenía un nombre especial, y, o no supieron respondernos, o nos dijeron que era color "teja".
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