jueves, 12 de mayo de 2022

Poscastellón: el emocionante regalo de Segorbe

He olvidado explicar que en pernoctando en Molina de Aragón decidimos saltanos todo lo que había por delante para ver el mar en buenas condiciones. Y es que para el martes anunciaban lluvias y tormentosas,  con el miedo que dan las tormentas mediterráneas por la tele. En cualquier caso, por mucha afición que tengamos, no apetece pasear por la playa cuando llueve, y menos cuando llueve mucho. Nos habíamos saltado Teruel y Segorbe, pero en Castellón un ciudadano muy amable con el que charlamos nos recomendó que fuéramos a ver las cuevas de Vall d'Uxó. Como estaba de llover no era mala idea refugiarnos en una cueva un par de horas. Aunque dudamos si entretenernos pero, como estaba de camino, entramos. Allí supimos que había mucha gente y que hay que reservar: eran las 11 de la mañana y nos daban para el pase de las tres y media, y además costaba 14 euros por persona. Volvimos a dudar si echar toda la mañana por allí y también si echar 28 euros en la visita. En esto que compraron las últimas entradas por internet cuando ya habíamos puesto un billete de cincuenta en la repisa de la ventanilla. Gran disgusto cuando te decides y te dicen que no, entonces sí dejamos de dudar y nos disgustamos con nuestra suerte.

Panorámica de donde está la entrada a las cuevas de Vall d'Uxó

Vista de la población de Vall d'Uxó. En primer término tenemos un asentamiento ibero, el primero que vemos en nuestra vida, aunque en éste no hay nada que ver.

Pero donde una puerta se cierra hasta ahora siempre se ha abierto otra, y un viaje siempre reserva sorpresas. Con nuestra decepción fuimos a buscar la ciudad episcopal de Segorbe, con poca fe, pensando que fue zona republicana, y efectivamente comprobaríamos que en la catedral todas las imágenes de los santos eran modernas y de hechura pinturera, todo salvo un cuadro de Santa Teresa, que según su letrero explicativo, provenía de un convento que afortunadamete se salvaría. En el claustro de la Catedral encontramos esta placa que agradece a ya leeréis quien, la ayuda a reconstruir esta devastada catedral. Fotografío estas cosas como especies en extinción.





Yo no soy de lágrima fácil, y experimento cada lustro, más o menos, un placer de llorar. Este año lloré por mi padre cuando se estaba muriendo pero, aunque no hice por cortar las lágrimas, tampoco me fue placentero. !Ah¡ pero la música me puede y aquí en la catedral de Segorbe me dieron un baño de orquesta sinfónica, con sus timbales y todo, y un coro -qué recuerdos-, cantando una misa muy bien ensayada en un templo abarrotado y lleno de curas y además con televisión autonómica. Era un centenario o algo así. Nunca he visto yo nada igual, y nunca me he emocionado en una celebración litúrgica. Dejé que corrieran mis lágrimas, con el ahogo espasmódico sentí la tremulación y el encogimiento en la coronilla, es algo parasexual, ahí anónimamente, de pie, permitiendo que mis lágrimas llegaran a la comisura de la boca, bendiciendo el momento en que nos negaron las entradas para la cueva y agradeciendo haber llegado sino en ese momento y no en otro de sermón de un templo lleno, o cualquier otro. Justo cuando la maquinaria sinfónico coral embadurnaba de gloria aquel templo y mi alma, tan permeable siempre a la música, ¡qué gustazo! Si no creyera en la casualidad, debería creer en Dios.








El fresco de la cúpula de la catedral afortunadamente se salvó de los desmanes iconoclastas.



después paseamos Segorbe con paraguas

rodeamos esta ciudad amurallada




y buscamos  una fuente con cincuenta y dos caños, uno por cada provincia española. Segorbe es muy española: todo lo de la misa que oimos fue dicho en español y los coros de la obra musical también estaban en español.
 


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