martes, 10 de mayo de 2022

Los escritos permanecen.

 No me estoy refiriendo a la maravillosa novela policiaca de Louis C. Thomas, sino a que he recogido de casa de mis padres unas agendas que eran mi diario. Es enternecedor leerse y darse cuenta de cuánto y qué se quería en la adolescencia. ¡Qué ocurrencias! ¡Qué obsesiones! ¡Qué locura!

Sí, locura, la adolescencia, mirada desde esta altura, es un periodo de locura, no en vano hay minoración de la responsabilidad penal. Nadie debe cargar demasiado cuando obró embargado por esa testosterona y esa inconsciencia. Y eso que yo parece que he sido considerado siempre -incluida adolescencia- como un tipo ejemplar.

Por continuar con un ejemplo de la más rabiosa actualidad, el tenista de moda, Carlos Alcaraz, de 18 años, dijo en una entrevista "a mí llamadme Charli, o Carlitos, pero no se os ocurra llamarme Carlos" y en la siguiente entrevista, cuando venció a Djokovich a una pregunta  sobre la dicotomía corazón y cabeza respondió que su abuelo le dijo "cabeza, corazón y cojones". Claro que sí, con esa edad se puede saltar con esos atibutos. Lo que sería inconcebible es que Rafa Nadal, que ha hecho gala toda su carrera deportiva de poseer y emplear esas tres potencias, nos saliera ahora mencionando la última.

En mis diarios juveniles hay  muchos cojones, pero afortunadamente nadie los ha leído y nadie podrá juzgarme por ellos. Más o menos siempre he escrito diarios, un buen día desembocaron en este blog que es público y está escrito con satisfactoria madurez. Doy muchas gracias por no haber tenido la facultad de publicar en mi adolescencia mis pensamientos y ocurrencias, mediante un blog, o alguna de las famosas redes sociales. Sería una cruz que alguien pudiera encontrar mis majaderías, tiempo después.

Pobres jóvenes, los que ahora les dé por escribir y publicar su diario o pensamientos por la red. Internet es la caja de Pandora sin llave.

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