Me doy cuenta que siempre estuve con los habitantes de ciudad de Kiev.
Cuando en el año 1980 u 81, yo me acerqué a votar en las mesas electorales callejeras que puso el PSOE para votar "OTAN de entrada no " seguramente había unos cuantos misiles nucleares de la OTAN apuntando a esa gran ciudad soviética. Yo no quería ser enemigo de nadie. Los socialistas a cargo de la mesa me "dejaron" votar a pesar de no tener más que 16 años. Pocos más tarde la realpolitik que yo no entendí hizo pedir al PSOE que votáramos sí a lo que antes nos había pedido que votáramos no. Yo voté no, y como creí que íbamos a ganar los pacifistas, me cogí tal rebote que no voté en las siguientes elecciones generales.
La URSS se desplomó, y con ella toda la Europa del Este, el telón de acero, el muro de Berlín, el dopaje generalizado de aquellos países: La República "Democrática" Alemana era la principal potencia en natación femenina, cuando se unió con la república federal sacaron unidas muchas menos medallas, porque dejaron de hacer trampas secretas. Hasta la propia URSS se desmoronó. Ucrania volvió a ser un país, como los Bálticos y otros asiáticos. Se cayó una gran farsa de infelicidad y represión.
Desde hace tiempo seguro que no hay ningún misil nuclear de la OTAN apuntando a Kiev. Y probablemente ahora existe algún misil ruso que sí que lo está haciendo. Yo ahora estoy, más o menos, con la OTAN, no me ha estorbado nada estos años, y nada tiene de apocalíptico.
Pienso lo poco que somos las personas, habrá gente nacida en 1964 como yo en Kiev o en Jarkov que siempre se ha visto apuntada por un misil nuclear. ¡Qué poco somos los ciudadanos del mundo!, peones de una partida de ajedrez en la que otros piensan como si ellos fueran la única cabeza pensante, en sacrificarnos para mejorar una posición. Los hombres se convierten en bajas, los puentes en objetivos para bloquear en envío de tropas, las amenazas terradas o soterradas como la que le hace Putin a Finlandia, el miedo, la brutalidad permitida a los soldados, la destrucción gratuita en represalia, mutilados, huérfanos, exiliados...
Estamos en 2022 y aún hay cabezas que calculan toneladas de carnes de cañón. Me avergüenzo de esa parte de la humanidad y no sé como intentar arreglarlo.
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