sábado, 21 de diciembre de 2013


A pesar de que yo no he leído, ni de lejos, una representación de la literatura universal, me permito afirmar que el personaje del “tipo duro/sentimental/urbano” es una original creación norteamericana de la primera mitad del siglo XX.
Este arquetipo literario suele ser el detective privado con la cara de Humprey Bogart y el texto de Raymond Chandler, Dashiel Hammet, del guionista de Casablanca, (aunque lo transforme en un trotamundos devenido a hostelero) y otros actores y escritores, que serán padres, hermanos, primos, hijos, sobrinos o nietos de este tipo de personaje.

Se trata de un hombre anómalamente culto entre la media de la gente con la que se mueve, que desprecia el dinero, que tiene una relación canalla con las mujeres y con los estamentos del poder, y que nos obsequia con estúpidos detalles románticos que sólo él puede entender. Violento y temerario casi siempre, aunque le estén partiendo la cara, exhibe un humor ácido que no busca la complacencia de sus interlocutores, sino hacer sarcasmo de sí mismo y de sus destinatarios. Es siempre un hombre urbano, que recibe ocasionalmente dinero de las múltiples fuentes que puede aportar la economía de las ciudades contemporáneas, y siempre gasta más de lo que recibe, la mayor parte de ello en cosas inútiles como el alcohol, regalos desproporcionados o cuantiosas propinas.
Es un arquetipo caballeresco con amalgama de metales europeos en el crisol que era la sociedad norteamericana de la primera mitad del XX,  por lo cual tiene  cosas de don Quijote, de Hamlet, de Fausto... hasta de Aquiles, (nunca he sido capaz de leerme La Iliada, así que escribo de oídas)  cuyo tendón suele ser una mujer,  (como la de otro personaje bien europeo, aunque radicado en Argentina, del que también tiene trazas: los tangos que canta Gardel).


Toda esta exposición es para dar cuenta de que estoy leyendo la novela  de 1939 “Pregúntale al polvo” de  John Fante  en la que el protagonista, Arturo Bandini,  es un escritor, -entiendo que un “alter ego” del autor-, también de orígen italiano. El personaje, del que Fante escribirá más secuelas novelescas, logra transmitir el arquetipo antes mencionado “es  decir se comporta como un detective privado” y adjetiva con tanta gracia y profundidad como el Philip Marlowe de Raymond Chandler (hace 25 años que me lo leí casi todo).

Ha sido una gozada esta novela, y también lo fue para Charles Bukowski, que aporta un rendido prólogo escrito en 1980 en el que se reconoce muchas deudas de  paternidad con Fante.

Y a mí también me recuerda al personaje, que crea, se cree o interpreta Joaquín Sabina, a pesar de que el de Úbeda  sea tan español. En estos tiempos hay, como de todo ya, cientos de miles por el mundo. Y es que, si la literatura siempre fue líquida y discurrió en corrientes por la geografía, en el siglo XX se hizo gaseosa. En el XXI ya se ha hecho internáutica, que es una especie de expansión de creatividad que se transporta certeramente a la velocidad de la luz. 

Y ahora doy al botón de “publicar”.

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