A pesar de que yo no he leído, ni de lejos,
una representación de la literatura universal, me permito afirmar que el
personaje del “tipo duro/sentimental/urbano” es una original creación norteamericana
de la primera mitad del siglo XX.
Este arquetipo literario suele ser el
detective privado con la cara de Humprey Bogart y el texto de Raymond Chandler,
Dashiel Hammet, del guionista de Casablanca, (aunque lo transforme en un
trotamundos devenido a hostelero) y otros actores y escritores, que serán
padres, hermanos, primos, hijos, sobrinos o nietos de este tipo de personaje.
Se trata de un hombre anómalamente culto
entre la media de la gente con la que se mueve, que desprecia el dinero,
que tiene una relación canalla con las mujeres y con los estamentos del poder,
y que nos obsequia con estúpidos detalles románticos que sólo él puede
entender. Violento y temerario casi siempre, aunque le estén partiendo la cara, exhibe un humor ácido que no busca la complacencia de sus interlocutores, sino
hacer sarcasmo de sí mismo y de sus destinatarios. Es siempre un hombre urbano,
que recibe ocasionalmente dinero de las múltiples fuentes que puede aportar la
economía de las ciudades contemporáneas, y siempre gasta más de lo que recibe,
la mayor parte de ello en cosas inútiles como el alcohol, regalos desproporcionados o cuantiosas
propinas.
Es un arquetipo caballeresco con amalgama de metales
europeos en el crisol que era la sociedad norteamericana de la primera mitad
del XX, por lo cual tiene cosas de don Quijote, de Hamlet, de Fausto...
hasta de Aquiles, (nunca he sido capaz de leerme La Iliada , así que escribo de
oídas) cuyo tendón suele ser una
mujer, (como la de otro personaje bien europeo, aunque radicado en Argentina, del que también tiene trazas: los tangos
que canta Gardel).
Toda esta exposición es para dar cuenta de
que estoy leyendo la novela de 1939
“Pregúntale al polvo” de John Fante en la que el protagonista, Arturo Bandini, es un escritor, -entiendo que un “alter ego”
del autor-, también de orígen italiano. El personaje, del que Fante escribirá
más secuelas novelescas, logra transmitir el arquetipo antes mencionado
“es decir se comporta como un detective
privado” y adjetiva con tanta gracia y profundidad como el Philip Marlowe de
Raymond Chandler (hace 25 años que me lo leí casi todo).
Ha sido una gozada esta novela, y
también lo fue para Charles Bukowski, que aporta un rendido prólogo escrito en
1980 en el que se reconoce muchas deudas de
paternidad con Fante.
Y a mí también me recuerda al personaje, que
crea, se cree o interpreta Joaquín Sabina, a pesar de que el de Úbeda sea tan español. En estos tiempos hay, como de todo ya, cientos de miles por el mundo. Y es
que, si la literatura siempre fue líquida y discurrió en corrientes por la
geografía, en el siglo XX se hizo gaseosa. En el XXI ya se ha hecho
internáutica, que es una especie de expansión de creatividad que se transporta
certeramente a la velocidad de la luz.
Y ahora doy al botón de “publicar”.
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