Un
amigo me llamó anoche todavía impactado por la emoción transitiva de una madre de más de setenta años.
(Aunque
yo quisiera ser más, pienso que mi condición de padre es la mitad de paternidad
que si fuera madre. Por eso, mi amigo
Serafín de Tapia y yo creemos que podríamos sólo atisbar el sentimiento de aquélla
madre en el simbólico desentierro de su hijo.)
Es un
poco dura fonéticamente la palabra desentierro con tanta erre desgarradora.
Y es que a veces no es tan hermosa la palabra tierra, ni su significado; recuerdo que los latinos
hablaban “que la tierra te sea leve”.
Enterrar
y desenterrar a un hijo, como ha podido hacer esta mujer, deben ser
estremecimientos muy por encima de las
palabras, de los gestos inteligibles, hasta de los gruñidos de la sinrazón, y
ayer a esa madre se le dio asistir al desentierro público de su hijo y seguramente conmovió
a todos los que fueron testigos.
Es
inevitable irse a la religión: Lázaro llevaba muerto tres días y dicen que ya
olía mal, y fue resucitado. Ignoro, pero
no serán menos de 15 años que hace del entierro de tierra de este hijo que
desenterramos ayer. Nadie sabe si Lázaro murió, suponemos que lo haría
calladamente por consunción, como va muriendo cualquier vida, pero queda
que es un resucitado y eso ya le ha
valido para siempre.
Ayer la
asociación Ávila Abierta por milagro civil desenterró a Paco Verdú, y arropó
como es debido a sus familiares en el desentierro. Sucedió (ya son ganas de
jugar con los términos, pero fue así) en una cripta y, desde debajo de la
tierra, la anciana madre quizá pudo subir a la superficie, volver a su casa, con la imagen erguida de su hijo
resucitado. Y casi seguro que lo hizo sólo con los recuerdos vivos, de la vida
buena, como si su "niño" hubiera salido con un lienzo inmaculado, inmune para siempre a la muerte. Poco importa
que mucho más tarde quizá muera por consunción, cuando todos los que le
conocimos terminemos de olvidarle.
Paco
Verdú era un artista y tuvo la suerte de pintar obra que permanece. Yo le
compré del suelo de la calle, por muy poco dinero, obritas menudas, de pequeño
formato: pruebas, experimentos, bocetos de los que se había cansado, o quería
fundir para transformarlos en un triste o alegre cartón de vino, -que supongo
que ese fue el fin del dinero que de mí consiguió-. Ahora, cuando vaya a su
exposición, veré su obra convencional, grande, valorada, enmarcada por sus
propietarios, como la de un artista más.
Pakuto,
que así se le conocía, fue un marginal artista que murió sólo con 40 años, de
alguna enfermedad de vocacional mala vida o de sobredosis de autodestrucción: el casi
inevitable tropezón final de jugar a la cuerda acercándose al abismo, como si
no importara.
Supongo
que casi ninguno de los que ayer estuvieron desenterrándole, pudo conmoverse en
los momentos de su ignota muerte, pero ahora nos hemos hecho parientes de la
solidaridad de la vida recuperada, desenterradores emocionales. Que sea para muchos años.
Aquí
dejo este enlace al periódico Avilared, que hizo muchas fotos:http://avilared.com/not/7927/la_obra_pictorica_de_paco__anos_despues/
y de ÁVILA ABIERTA http://www.avilabierta.com/PDF/Eventos%20EXPOSICIONES/pacojimenezverdu.pdf
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