El pasado 3 de diciembre murió el locutor de
radio y divulgador de música clásica, Fernando Argenta. En uno de los mensajes
electrónicos que recibió el programa de radio, que en su homenaje se hacía al día
siguiente, un oyente se congratulaba de que ahora pudiera estar en el cielo
escuchando la música de Bach tocada por el propio Juan Sebastián.
Como yo no tengo presente esta posibilidad,
la idea me sorprendió tanto que me puse a fantasear.
-I-
Un cielo que merecería la pena la eternidad:
inimaginable un concierto en el que concurrieran los genios de Bach al
órgano y de Beethoven al piano, improvisando citándose, retándose musicalmente,
y nosotros de público, sin ninguna prisa.
Otros días con Brahms o Schumann o Haendel.
Pero inmediatamente pienso que aquello sería un cielo protestante. Lo siento, me
quedo con ellos, a mí lo que más me gusta es la música. Si yo fuera al cielo,
con toda la eternidad por delante aprendería alemán con la intención de poder
cantar en un coro, una cantata, una pasión,
la novena sinfonía o alguna de las obras corales que montaran estos
músicos en el cielo. Pensando más y con
todo el tiempo del mundo, también aprendería a tocar el violoncello, para participar
en alguna orquesta o música de cámara, sonatas o en los cuartetos de cuerda que
seguirían componiendo estos genios.
Por supuesto que estando esta gente por allí
yo no andaría perdiendo mi tiempo ni haciéndoles perder el suyo a Dios padre, ni mucho menos al incomprensible
Espíritu Santo. Nada que decir, ni que preguntar a toda la retahíla de santos,
mártires, reformadores, apóstoles...
Jesucristo tiene más interés: si le pillara solo sí que procuraría entrevistarle, pero más sobre sus facetas
humanas, que sobre las divinas.
Ahora bien, lo lógico después de tanta historia es que haya sólo un cielo de verdad, una sola religión verdadera, ¿qué sentido tendría que, después de tantos muertos por guerras de religión, fuéramos todos al mismo cielo?
Pero tampoco puede ser: no sé cómo bromearían mártires con
martirizadores, Torquemada y los judíos o los herejes (protestantes) que queman en al hoguera,
en la novela de Miguel Delibes. No puede ser, no se concibe: o no hay ningún
cielo o debe haber compartimentos estancos.
¿Se podría excluir a Bach del cielo? ¿y a
Mendelsson?
Yo Me apunto a un único cielo en el que pudiera
estar la evangelista Ella Fitgerald y el católico y masón Mozart, el judío
Mendelsson y el ortodoxo Tchaikovski.
Me gustaría saber cómo compondría el católico
Chopin después de haber escuchado al judío Gerswhinn.
Y Camarón, Louis Amstrong, Carlos Gardel o Mercedes Sosa,
¿Que harían Haendel o Monteverdi con sus voces?
Un cielo así, recreativo, merecería la pena
vivirse eternamente. Personalmente iría de ensayo en ensayo y de concierto en
concierto. Dedicaría algo de tiempo a mi familia. Pero creo que mi pasión
musical es más incansable que la suya. No sé como me distribuiría la eternidad.
-II-
Luego he pensado que yo no quiero estar en el
cielo así con mis cuarenta y nueve años, con gafas y mi incipiente sordera, me
gustaría tener como veinte años, supongo que
mi padre también querría estar ahí con veinte años, y mi abuelo y todos
mis antecesores, a mí me gusta mucho la historia y escuchar experiencias
vitales, les preguntaría por sus vidas,
y todos con veinte años me las contarían ¿Pero cómo nos llevaríamos? ¿Qué tipo
de respeto intelectual se siente por una persona de 20 años, todos con menos
cultura que yo?
Creo que no entenderían, mi padre nunca ha
entendido, mi afición por la música. Por volver otra vez con los músicos, sigo
pensando en Beethoven seguro que también elegiría tener veinte años y no estar
sordo, y sin ese desgarro, ¿la música le
saldría la tan rotunda, tan genial? Y el loco de Schumann, que tuvo que hacerse
compositor porque se estropeó la mano al colocarse unas maderas para estirarse
los dedos con la intención de dar
acordes más largos. ¿Y si a los 20 años decide ser virtuoso pianista y no
compositor?
Y Bach con 20 años y sus dos mujeres, ¿qué
problema no? La fértil Bárbara y la encantadora Ana Magdalena, las dos en su
casa. Y encima todo el mundo (Bach es el músico favorito del 80% de la
humanidad), queriendo hablar con él.
Por último, me
da por pensar para qué servirían los médicos en el cielo, vaya conversación más
pobre sobre las enfermedades de la tierra, y ¿los abogados con todos sus
líos? Y los policías, los
vigilantes, ¿De qué hablarían?
Batallitas, anécdotas, experiencias vitales. Pero a mí no me daría tiempo a escucharlos habiendo
tanta música.
El cielo, como todos los sueños, es inagotable.
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