Estados Unidos es un país todavía nuevo y de
aluvión en el que la gente no se termina de conocer. El que siempre se haya
mantenido libertad de religiones y costumbres de tan variopintos abuelos hace
que no sepa muy bien de qué pie cojea cada vecino. El consumismo y el culto al
triunfador generan depresiones en los que no triunfan. El individualismo y la
antipatía alimentan psicopatías. Y una paradoja: la falta de cotilleo, eso que
tanto padecemos los latinos, impide el control de los vecinos. En un país de
tan variopintas familias nadie puede pretender encasillar, y por tanto no se da la complicidad para darse el amistoso codazo y compartir la “malsana”
inquietud de escudriñar a los vecinos, así que cualquiera de éstos se puede
atrincherar en su individualismo conspirando contra la sociedad
para, un día, perpetrar una masacre, o un sencillo e igual de incomprensible
asesinato.
Mi amigo Pablo me prestó este libro, que
parece que es el conjunto de cuentos en los que el cineasta Robert Altmann se inspiró para su película “Short Ctus”
“Vidas Cruzadas”. Los cuentos originales no están enlazados como en la película; fue el
cineasta quien se tomó la licencia de cruzar estos personajes. Hace cerca de
diez años fue este amigo quien me grabó la película en video, y la recuerdo
como cotidiana e inquietante a la vez.
Es una obra cinematográfica, -lo son los
cuentos, como es lógico-, que carece de unidad y de norte moral: no hay una brújula que oriente
nada. Las cosas suceden inopinadamente y aportan desolación a sus víctimas. Sin
remisión, como la vida misma, que genera desgraciados todos los días: unos se
lo buscan y otros, más tristemente, se lo encuentran. La inquietud de que algo
pueda pasar lo hace posible, lo hace temible, y a veces, sencillamente, lo
ejecuta.
La justicia no existe, la impunidad es cuestión de suerte; sin héroes ni villanos, con una tremenda desconfianza hacia el prójimo. No es extraño que EEUU sea el paraíso de las compañías de seguros.
La justicia no existe, la impunidad es cuestión de suerte; sin héroes ni villanos, con una tremenda desconfianza hacia el prójimo. No es extraño que EEUU sea el paraíso de las compañías de seguros.
El cine y las series (incluida Los Simson)
llevan alimentándonos de la cotidianeidad norteamericana, de manera que a veces
creemos que estamos bajo aquélla piel, y por eso recuerdo que la película me
afectó y ahora, estos excelentísimos cuentos también me han afectado
íntimamente. Dejan un frío asentimiento en la cabeza: sí, esto también puede
terminar pasando aquí.
No sé si he dicho que es un libro muy
recomendable.
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