Prefiero no conocer (y ahora con
Internet es facilísimo) imágenes de lugares desconocidos que puedo visitar. Quiero
que me deslumbren o me decepcionen por sí mismos, que es mejor y también más
justo.
Lo hice con Úbeda o Baeza el año
pasado: no quise mirar nada, elegí que mis ojos perdieran la virginidad a lo
grande.
Así ha pasado también con
Olivenza, que no es tan espectacular. Pero, mientras uno se aleja de su casa y
de los sitios conocidos, se pregunta si merecerá la pena hacer rodar tanto al
coche; porque de ese lugar sólo conocía su nombre, que la ciudad tenía pasado
portugués y una melodía popular: la jota
de la uva.
Al llegar a Olivenza, uno entra,
como en casi todos sitios, especialmente los llanos, por unas afueras anodinas;
a veces un polígono industrial con su arquitectura funcional y sus recurrentes
marcas. Más adelante, aparcamos dentro de la ciudad y nos ponemos a mirar. Poco
a poco, uno va siendo conquistado por el arte público o por el popular.
Orgullosa de su pasado: Olivenza posee
lo mejor del carácter portugués: limpio, cívico, silencioso, amable, cumplido,
generoso, agradecido.., y ahora tiene las calles con los nombres españoles y
los antiguos nombres portugueses.
Su joya principal es la buena educación,
el civismo, que mantiene la blancura de sus casas. No vimos las estúpidas
pintadas o firmas de los grafiteros, que tanto abundan. Casi todo era resplandeciente
y acogedor. Aunque antes de la joya del civismo y esmero de sus habitantes, está
la iglesia de la Magdalena
con sus columnas retorcidas de estilo manuelino y sus cuadros en cerámica azul.
Impresiona, es un arte diferente, y uno se alegra de que ahora sea española,
aunque haya sido por la violencia de la historia.
Hay otra joya señalada, que es el
sueño de Jessé, un retablo en la iglesia de Santa María del Castillo, pero
siendo impresionante la iconografía religiosa, quiero llamar la atención sobre
el completísimo museo etnográfico local. Por dos euros, uno no sólo recibe la
subida a la torre y la información sobre un meteorito que cayó en esta
localidad hace un siglo, sino que disfrutará del museo más completo sobre la
vida de nuestros más cercanos antepasados, y es de una sobreabundancia y clase
lo que allí se ha recogido, que se van
las horas en aprender y sorprenderse de lo que había antes en las casas o alrededor
de los oficios de la gente.
El museo está constituido por
donaciones de los oliventinos, por eso dije que la joya principal es la forma
de ser de estos antiguos portugueses.
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