El ejército está matando a muchos islamistas,
que se llaman o se llamaron “hermanos musulmanes” y que, según resultó en las
pasadas elecciones, son la mayoría de la población. Según se nos informaba años
atrás estos “hermanos” ametrallaban autobuses de turistas y ponían bombas,
probablemente, para perjudicar esa actividad, siempre occidentalizadora y
disgregadora de las esencias económicas y sociales de un país, esas en las que
llevaba perviviendo sin discusión su religión.
Pero aunque no nos guste a los occidentales, estos egipcios tienen, como
poco, derecho a manifestarse en contra del reciente golpe de estado militar,
que es (aunque no nos gusten a nosotros estas cosas tan feas) básicamente
prooccidental.
Hace quince años sucedió lo mismo en Argelia:
había triunfado el FIS y, más o menos, todos los demócratas occidentales
callamos cuando el ejército se impuso. Nadie quería otro Irán y menos aún tan
cerca de Europa. El llamado París- Dakkar
hace años que dejó de celebrarse por motivos de seguridad política, y
cuando en el Norte de África se dice política, se está diciendo también
religión. Muchos países se rigen por el
código penal del siglo VII, (no sé si aparece directamente en el Corán), lo
llaman la Sharía ,
con torturas, amputaciones, lapidaciones, etc.
El Islam es la última gran religión. Aunque
sea una síntesis -hecha en el desierto- del cristianismo y el judaísmo,
presenta un filo y una pujanza actual en las mentes de sus seguidores que
espanta la racionalidad: machismo, nacionalismo panislámico, guerra santa...
Dicen en los telediarios, y a mí no me cuesta
creerlo, que algunos de los manifestantes de Egipto se habían escrito con
pintura su nombre en el cuerpo para que su cadáver fuera fácilmente reconocido.
Si es así, no iban a una manifestación, iban a una guerra, iban desarmados,
luego iban al martirio. También he visto en la televisión a mujeres que
llevaban a sus niños en brazos a esta “guerra”. Recordaré aquí que la
“intifada” palestina la practicaban niños a pedradas contra los soldados del
ejército israelí; evidentemente instigados por sus mayores. Para los islamistas
no existen métodos desproporcionados.
El dilema occidental está en si, por
seguridad y conveniencia, se apoya a los
tradicionales regímenes autoritarios y corruptos, como Marruecos, Argelia,
incluso la Libia
de Gadafi, y Mubarak..., y ahora a estos militares golpistas, a cambio de que
no manden los extremistas, panarabistas, antioccidentales... o si respetamos -de
verdad- las reglas de la democracia y permitimos que gobierne quien más votos
consiga.
Yo, a pesar de mis pocos conocimientos de
estrategia, - no creo que arda el Mediterráneo- considero que debemos dejar de
interferir y que ahora los islamistas gobiernen los años que les corresponda según las urnas; aunque lo hagan con sus métodos aberrantes y contrarios a derechos humanos
básicos: igualdad, separación de poderes, etc. Y contra nuestros intereses: que
gestionen libremente su petróleo (por supuesto), y su canal de Suez.
Sólo desde la evolución interna, que probablemente será
larga, y dejará muchas víctimas del integrismo por el camino (recordaré que
nosotros los occidentales llevamos desde la época de los griegos buscando
demostrar la supremacía de la razón sobre los mitos o los dictados de la
religión). Desde dentro, esas sociedades hallarán -si quieren- su camino
racional; pero el razonamiento occidentalizante impuesto no crea más que
victimismo, nacionalismo, terrorismo suicida, rebeliones con niños en la calle,
todo más enquistado; genera líderes y héroes terroristas, como Mohamed Atta, Al
Zahuajiri: (por cierto, egipcios), y otros, cuyos nombres no recuerdo, pero que
participaron en la masacre de los trenes de Madrid: el líder era Argelino y
había otro Tunecino, entre varios marroquíes.
La solución no es fácil para la razón, para
el progreso. Si se hubiera dejado triunfar a la democrática mayoría islamista,
probablemente bajo su férula se marginaría a los elementos
prooccidentales de esa sociedad y también a los cristianos coptos, (con quienes
se están cebando, a pesar de ser más antiguos que ellos).
Considero que la democracia es la más justa
salida, y la más pacificadora a la larga, de cualquier conflicto. Aunque la
razón de fondo, respetar los derechos humanos, estuviera de parte de occidente
y contra el integrismo islámico (que eso también habría que demostrarlo) es ilegítimo
imponerla por la fuerza.
Lo más moral, por supuesto, es imposible. Que
los occidentales vayamos a crear un ejército para que restablezca la legalidad
democrática en Egipto derrocando a estos militares que puede sernos lo menos inconveniente en el
gobierno, es una quimera.
Digo con tristeza, que triunfa la política de
los hechos consumados. No haremos anda. Mientras tanto dejaremos circular
campañas de desprestigio contra los
islamistas. Nos taparemos la nariz como hicimos con el FIS de Argelia.
Tampoco sé si es lo menos malo o habría una poción mejor. Me conformo y no sé si debo.
Transportando
la situación a nuestra guerra civil, mal que nos pese, los hermanos musulmanes
son quienes defendían la legalidad republicana: el triunfo de las urnas, y los
golpistas egipcios son la misma casta militar que, ilegítimamente, ha decidido
que tiene la razón.
Será que me hago viejo y acomodaticio: propugno que celebremos que aquí no haya sucedido la división militar y el
desgobierno que propiciara que el pueblo mayoritario egipcio tuviera armas como
sucedió en España en julio de 1936. Entonces entrarían en una guerra civil, que yo tanto
recuerdo y condeno, sin duda, como lo peor de lo peor. Es, precisamente, lo que
está pasando en Siria: la oposición armada y un baño de sangre, de momento.
Siendo práctico y anteponiendo como bien
supremo la vida, prefiero la política de hechos consumados y que ahora el
pueblo egipcio no tenga armas, como desearía que no se hubiera armado la oposición siria. Pero
condeno moralmente, tampoco puedo hacer más, a los ladrones de la democracia.
El Golpe en sí mismo es una injusticia y sigue siendo
criminal la manera que tratan de imponer el silencio de los cementerios.
Y ahora voy a afirmar mi creencia
en que la llamada “Primavera Árabe”, que tan entusiastamente apoyaron muchos
occidentales -pueblo y gobiernos-, sólo ha traído masacres, guerras y un
peligrosísimo integrismo que terminará sustituyendo a aquellos regímenes
estables que gobernaban entre dos aguas: occidentalismo e islam. Parece que el
más occidental, Marruecos, se “salva”. Pienso que, una de las causas de
aquellos polvos y de estos lodos, fue el descrédito de sus dirigentes y la gota
que colmó el vaso fue la revelación de la “verdadera opinión” que tenía Estados
Unidos, desvelada al mundo y a estos
ciudadanos del norte de África por los “papeles de Wikiliks”. No sé si los
muertos en Libia, Siria, y Egipto, van ya por las decenas o por las centenas de
miles. Lo que sí estoy seguro es que antes de aquella primavera vivían más, y
también mejor, las personas de esos países. O sea que la razón y el
conocimiento, según y cómo, deben permanecer secretos, "el sueño de la razón produce monstruos".
No creo en las revoluciones por muy sanas que
parezcan; defiendo, casi sin ninguna duda,
que lo inteligente es evolucionar.
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