“MOJA”
Nos
enteramos de su existencia en la primera reunión de padres.
Mi hija
ha ido este años por primera vez al instituto, donde se han juntado muchos
niños de varios colegios de primaria. Ya
conocíamos a los padres de los compañeros del colegio anterior. En esta primera
reunión con el tutor vimos, junto a los
padres que llegaban de otros colegios, a un hombre fibroso, oscuro, de
pelo rizado, que tenía aspecto de norteafricano. Llegó, muy educado, tomó su
sitio, no dijo ni preguntó nada y se fue al final de la reunión, sin hablar con
nadie, a diferencia de todos los demás padres o madres que teníamos conocidos
con quien comentar.
Se lo
dijimos a mi hija. Sí, tenía entre los
nuevos compañeros, uno marroquí; se llamaba Mohamed: “Moja”, un muchacho de buen
comportamiento y muy trabajador, aunque todavía con dificultades con el idioma,
a pesar de que ya llevaba algunos años en Béjar.
Después
hemos visto alguna vez a Moja en la calle con su madre, que vestía con esa
especie de saco informe y tenía tapado todo el pelo. Sabemos que tiene un
hermano mayor.
Su
padre tenía el aspecto de obrero: de la construcción, de la ganadería o de la
industria chacinera. Por eso, cuando algún profesor o profesora tenía la
ocurrencia de mandarnos a comprar una cartulina especial, o alguna otra cosa
extraordinaria para un trabajo manual que en la librería costaba 2 ó 3 euros, o
peor, un librito de lectura para navidad o semana santa, de esos que podían
salir por 9 ó 10 € que no hace ninguna gracia pagar, pensaba en la pequeña
tragedia que sería para los padres de Mojamed.
El
muchacho no ha acabado el curso. Hace casi un mes que no viene. Tampoco los
profesores han dado explicaciones a los chicos. Simplemente en el parte de la
clase tiene una raya diciendo que no se le ponga falta, que están justificadas.
Nadie ha dicho que esté enfermo. Perderá el curso académico.
Sólo se me ocurre que la vida
es dura y la crisis es más dura para
quienes no tienen donde retroceder; porque yo todavía cobro por desempleo, mi mujer
trabaja, tenemos la casa pagada, una sola hija...
pero
esta pobre familia seguro que no tiene lo que nosotros. Vivir en España les
cuesta mucho dinero, y sólo pueden permitírselo si el padre trabaja y gana. En
cuanto haya perdido su empleo, quizá pudiera aguantar unos pocos meses con los
ahorros, (si hubiera expectativas) pero lo más inteligente es tomar ese dinero
y volver a Marruecos, mientras se pueda. Quizá allí dé para empezar algo, en
cualquier caso, le sirve para vivir muchos más meses que aquí.
Lo
siento por el pobre Moja, que este año había aprendido a despejar la x de las
ecuaciones simples y los anélidos,
platelmintos y nematelmintos, y también las partes en que se dividía del teatro español
del siglo de oro.
Cuando,
después del verano que viene, regrese a una escuela en Marruecos, le volverá a
sonar eso de despejar la x de las ecuaciones simples, pero ahora en francés o
árabe; también será parecida la clasificación de los invertebrados, pero se terminará olvidando
de las partes del teatro del Siglo de Oro.
Seguramente echará de menos que no
haya niñas en su clase, tan espontáneas,
y tan libres e iguales compañeras, como
las que conoció aquí.
Y con
sus 12 años se preguntará muchos porqués de las cosas.
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