jueves, 13 de junio de 2013

"MOJA"


“MOJA”

Nos enteramos de su existencia en la primera reunión de padres.

Mi hija ha ido este años por primera vez al instituto, donde se han juntado muchos niños de varios colegios  de primaria. Ya conocíamos a los padres de los compañeros del colegio anterior. En esta primera reunión con el tutor vimos, junto a los  padres que llegaban de otros colegios, a un hombre fibroso, oscuro, de pelo rizado, que tenía aspecto de norteafricano. Llegó, muy educado, tomó su sitio, no dijo ni preguntó nada y se fue al final de la reunión, sin hablar con nadie, a diferencia de todos los demás padres o madres que teníamos conocidos con quien comentar.

Se lo dijimos a mi hija. Sí, tenía  entre los nuevos compañeros, uno marroquí; se llamaba Mohamed: “Moja”, un muchacho de buen comportamiento y muy trabajador, aunque todavía con dificultades con el idioma, a pesar de que ya llevaba algunos años en Béjar.

Después hemos visto alguna vez a Moja en la calle con su madre, que vestía con esa especie de saco informe y tenía tapado todo el pelo. Sabemos que tiene un hermano mayor.

Su padre tenía el aspecto de obrero: de la construcción, de la ganadería o de la industria chacinera. Por eso, cuando algún profesor o profesora tenía la ocurrencia de mandarnos a comprar una cartulina especial, o alguna otra cosa extraordinaria para un trabajo manual que en la librería costaba 2 ó 3 euros, o peor, un librito de lectura para navidad o semana santa, de esos que podían salir por 9 ó 10 € que no hace ninguna gracia pagar, pensaba en la pequeña tragedia que sería para los padres de Mojamed.


El muchacho no ha acabado el curso. Hace casi un mes que no viene. Tampoco los profesores han dado explicaciones a los chicos. Simplemente en el parte de la clase tiene una raya diciendo que no se le ponga falta, que están justificadas. Nadie ha dicho que esté enfermo. Perderá el curso académico.


Sólo se me ocurre que la vida es dura y  la crisis es más dura para quienes no tienen donde retroceder; porque yo todavía cobro por desempleo, mi mujer trabaja, tenemos la casa pagada, una sola hija...
pero esta pobre familia seguro que no tiene lo que nosotros. Vivir en España les cuesta mucho dinero, y sólo pueden permitírselo si el padre trabaja y gana. En cuanto haya perdido su empleo, quizá pudiera aguantar unos pocos meses con los ahorros, (si hubiera expectativas) pero lo más inteligente es tomar ese dinero y volver a Marruecos, mientras se pueda. Quizá allí dé para empezar algo, en cualquier caso, le sirve para vivir muchos más meses que aquí.

Lo siento por el pobre Moja, que este año había aprendido a despejar la x de las ecuaciones simples  y los anélidos, platelmintos y nematelmintos, y  también las partes en que se dividía del teatro español del siglo de oro.

Cuando, después del verano que viene, regrese a una escuela en Marruecos, le volverá a sonar eso de despejar la x de las ecuaciones simples, pero ahora en francés o árabe; también será parecida la clasificación de los invertebrados, pero se terminará olvidando de las partes del teatro del Siglo de Oro.
Seguramente echará de menos que no haya niñas en su clase, tan espontáneas,  y tan  libres e iguales compañeras, como las que conoció aquí.

Y con sus 12 años se preguntará muchos porqués de las cosas.

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