Sobre el icono de los salvajes o la fuerza
bruta.
(Una apostilla al estudio de los
hombres de musgo).
A Gabriel Cusac.
Ayer se celebró en Béjar la festividad del
Corpus Cristi, que ha sido declarada de interés nacional en por sus peculiares “Hombres de Musgo”. Para cualquier
español lo más cotidiano de identificar en los hombres de musgo bejaranos, es
que portan un “basto”. El basto es uno de los palos de la baraja española, el
palo por antonomasia, ya que es “de palo” y es el elemento más peculiar.
El basto es un arma rústica extraída de la
naturaleza, un apéndice vegetal sin elaborar, sacado por la fuerza bruta que
presumiblemente han empleado estos hombres descomunales, estos gigantes hirsutos.
El hombre fuerte antes no era el lampiño
culturista depilado como un conejo sollado de hoy, sino un hombre “de pelo en pecho” bien poblado de fuertes y apretadas barbas,
espalda y brazos muy peludos. Como poco, desde la Biblia, el complemento
capilar está relacionado con la fuerza: el personaje de Sansón mientras es
peludo es excepcionalmente fuerte.
A mi modo de ver el hombre rudo, el gigante
de los bosques, el leñador el “Yeti”, el gorila, representaron la fuerza; son
la fuerza, un estadio anterior a la herramienta y la máquina. Los fortachones
rudos coinciden residual y excepcionalmente con el hombre inteligente y proporcionado,
de más refinada inteligencia: el estratega, el científico, el que ya no se
enfrenta a la naturaleza directamente sino que la transforma, la elabora, la
mecaniza. Pero no deja por ello se deja de admirar al antecesor, al hombre
fuerte por naturaleza. Seguimos admirando a los forzudos, los hombres de musgo
serían en el atletismo los lanzadores de disco de martillo, de jabalina, los
halteras, incluso en Japón, los luchadores de Sumo. Ahí están los
representantes de la fuerza bruta que perviven como una reminiscencia, aunque
en segundo plano.
Pues este icono de la fuerza hisruta, la
fuerza vegetal, se representa en bastantes culturas y en la época barroca, de
donde probablemente vengan los hombres de musgo, hay muchos ejemplos de ello.
En un contraste con lo refinado con la
representación de las armas de su amo nobiliarias, que serían la fuerza ya
destilada con inteligencia, estos hombres fornidos y bastos, aparecen para
sujetar el escudo del noble, son sus guardaespaldas y la fuerza que les
respalda.
Yo, siguiendo el presente libro que me ha
regalado uno de sus autores, Gabriel Cusac, también creo que esta figura es el
residuo que se ha conservado de ese icono que tuvo su auge hasta el barroco, en
la procesión del Corpus bejarano, aunque
para explicarlo aquí se maneje generalizadamente una leyenda escrita en el
siglo XX, que vendría a decir que el musgo es o bien un camuflaje o bien un
disfraz aterrador, que habría provocado la derrota de los moros que tenían
ocupada y amurallada la ciudad de Béjar, allá por el siglo XI. Esta es una
leyenda muy “cristiana” en el sentido de la reconquista y de la afirmación de
la religión y la cultura de lo castellano viejo, frente al tradicional y más
identificable enemigo: El Islam.
Pero no hay tal: en Béjar no se han
encontrado restos de construcciones árabes, las murallas se ha demostrado
plenamente que son cristianas, es decir, posteriores. No hay documentos
escritos por los árabes donde se mencione Béjar, ni tampoco en las crónicas
cristianas de la ocupación castellana de esta zona se
refiere ninguna batalla, ni asedio, ni toma de esta ciudad, mientras que
se narran pequeñas escaramuzas en otros lugares.
Sencillamente, si aquí, en Béjar, hubo moros,
serían muy pocos, básicamente porque el terreno de este valle es inapropiado
para la agricultura, y sí para la ganadería. En España los árabes no ocuparon
Galicia, ni Asturias, ni Cantabria, ni el País Vasco, no les iba el clima húmedo, eran excelentes
agricultores, por tanto les gustan las
vegas mucho más soleadas, del Duero, del Ebro, Valencia, Extremadura,
Andalucía... Béjar es demasiado húmeda y su terreno de cultivo no tiene la
fertilidad que ellos requerían para asentarse.
Los hombres de musgo son una manera de
representación de la fuerza bruta que ha permanecido como en la baraja española
o en algunos comics como El Capitán Trueno y El Jabato. Hay que conservarlos
para suerte y realce de esta ciudad. Son la misma representación que puede
verse en piedras de Ávila, Úbeda, León, Valladolid, Zamora Murcia, etc. El
hecho de que aquí se cubran con musgo es porque, en
nuestra humedad, siempre abundó. (Infinitamente más que los mahometanos)
El primer relato de la leyenda, tan contrarreformista y tan similar a otras de ingeniosos cristianos contra desprevenidos "moros", aparece en 1679, cuando los Hombres de Musgo, los documentados "salvaxes", ya llevaban desfilando al menos un siglo en el Corpus. Pero en un inaudito proceso de manipulación histórica, esta leyenda se va remodelando y "perfeccionando" hasta el siglo XX, con el destacado concurso de una patrótica legión de eruditos locales y ante el silencio de la historiografía seria.
ResponderEliminarNo hubo conquista de la plaza de Béjar. Tampoco la "Ancianita" es la plaza de toros más antigua de España. Y Yuste cierra. Se nos caen los mitos y se tambalea el presente de la ciudad estrecha. Qué panorama.