En el rastro de los jueves de Béjar también hay cintas de video, (a 50 céntimos porque la gente ya no tiene magnetoscopio y venden muy pocas), y yo no podía dejar de comprar esta hermosa película de Geroge Stevens, teniendo en cuenta lo que para mi familia ha supuesto, ha no mucho tiempo, la lectura del diario de Ana Frank.
Parece que es cultura general, así que no creo que sea criminal el destriparos que esta es la historia, narrada por una adolescente en su diario, de dos familias judías que se esconden de los nazis en una buhardilla que está camuflada encima de las oficinas de una fábrica de Amsterdam, y que al final, junto con otra persona que se les añade, son descubiertos y llevados a un campo de concentración.
La película es hermosa. La actriz protagonista, aunque tiene una vista de perfil no canónica, posee una encantadora mirada dentro de unos ojos enormes; el chico es el guapísimo actor que hace de Tony en West Side Story, y las escenas entre ellos, deliciosas.
También tiene acciones angustiosas: mientras las veíamos aguantábamos la respiración con ellos; los escondidos habían de guardar extremo silencio, cuando entraban extraños en las oficinas de abajo.
Pasaron hambres y miedos, y se estropearon mucho antes de su captura. Uno se pregunta si valió la pena comprometer a la gente que les ayudaba, sufrir tanto y pasar tanta privación, a cambio de aquella vida tan miserable, (además de que la forzosa convivencia, tan estrecha, hizo aflorar entre ellos bastantes miserias humanas).
Pero esto es la vida. También sabemos que seremos víctimas de la derrota final, y que en medio y sobre todo, en la terminación, aparecerán las mayores miserias. No nos queda solución más inteligente que ensancharla y vivirla lo mejor que podamos, como hacía la protagonista. Una de las formas (ella se pregunta si algún día leerían lo que escribía) es la fantasía de dejar pensamientos, para que alguien los reviva. Creo que por eso yo también escribo un diario.
Gracias por revivirme.
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