Es un texto que está bien escrito, con buen
estilo, adecuado a la época y con muchos nombres. Lógico si es original, pero
mucho más lógico si es una suplantación. La impresión que tengo al leerlo es la
misma que de las “películas de tesis”: este era un tipo de película falsa,
pretenciosa que sólo trataba de llevarte al huerto de une idea repetitiva y
machacona, mientras lo demás resultaba accidental. Así me ocurre con este
libro, según el cual a Niceto Alcalá, siendo presidente de la República en la
cuesta abajo del 36, le preocupaban la mayor parte del tiempo dos cosas: el
pérfido Azaña, recién entrado a presidir el gobierno, que le tiene marginado de
todo y conspira contra él, y la crisis del partido socialista entre el ala
moderada de Indalecio Prieto y el ala extremista de Francisco Largo Caballero.
Si menciona que Gil Robles le ataca pero eso no le preocupa. Poco le preocupan
Hitler y Musolini, y las tensiones que pudieran estar surgiendo con Francia y
Gran Bretaña y, soprendentemente, nada le preocupan la potencia ya dominante de
Estados Unidos o nuestra, siempre presente, Iberoamérica. Tampoco la crisis económica o las fugas de
capitales, (esto sale de soslayo, pero casi parece que las justifica).
Es muy raro, parece como si Don Niceto
estuviera preocupado, ya en 1936, por reforzar las tesis de los llamados
historiadores revisionistas de la Guerra Civil.
Me puedo equivocar. Yo no he visto, ni puedo
ocuparme de ver los originales, sólo soy un aficionado que quiere rescatar y
publicar esos momentos históricos concretamente relacionados con un pequeño
valle de Ávila. Desde mi humilde condición de no historiador académico, no me
creo este libro, Veréis las rocambolescas maneras de aparecer que tuvo: una
familia en 2011 que lleva poseyendo esos papeles desde 1936, no se le ocurrió
vendérselos al régimen franquista (a quien favorece su divulgación), ni
sacarlos de España para que fueran publicados por Ruedo Ibérico u otras
editoriales francesas durante la dictadura. No se les ocurre acercárselos a
Hugh Thomas, ni a Jackson, ni a Gibson, ni a Preston, ni al derechista Payne. Sobre
todo, no se les ocurrió sacarlos a la luz para su venta en la transición, donde
los libros sobre la guerra civil se publicaron como rosquillas. Es ahora, (y
parecería, -esto no se llega a decir- que debido a la crisis económica que, como
todo el mundo sabe, provocó José Luis Rodríguez Zapatero), que una familia
que los robó, recogió y guardó quiere vendérselos al historiador derechista
Cesar Vidal.
En el libro hay demasiadas excusas para encontrar un camino creíble de la autenticación. Incluso aparece en páginas centrales una fotografía de los supuestos manuscritos escritos a mano sobre el anverso y el reverso de un impreso que reza el presidente de la federación de doctores el Dr. Don Niceto Alcalá Zamora aprovecha gustoso para ... a dicho señor las seguridades de su distinguida consideración.
En el libro hay demasiadas excusas para encontrar un camino creíble de la autenticación. Incluso aparece en páginas centrales una fotografía de los supuestos manuscritos escritos a mano sobre el anverso y el reverso de un impreso que reza el presidente de la federación de doctores el Dr. Don Niceto Alcalá Zamora aprovecha gustoso para ... a dicho señor las seguridades de su distinguida consideración.
El botón de muestra que se nos presenta es un
escrito lleno de enmiendas y casi carente de puntuación, mientras que lo que se recoge en el libro
está bien puntuado, y escrito con pulso narrativo firme; aparece un testimonial
añadido en corchetes, cada veinte páginas, completando una palabra omitida.
Pero además, según la introducción de este libro, tenemos en esta memorias páginas
escritas a máquina y escritas a mano por un escribiente (que nos dicen, no sé
por qué, que era de extrema izquierda
aunque muy fiel al presidente)
En los años ochenta o noventa saltó el
escándalo de unos diarios de Hitler, que –claro- se miraron con cien lupas y se
demostraron falsos. Yo no creo que estos se hayan escrutado así. Además opino
que es muy fácil crear unos diarios a máquina de los años treinta. Sólo es
necesario encontrar papel en blanco o impresos de la época. En montones de
sitios existe, (en mi juzgado de Mombeltrán, sin ir más lejos, había cientos de
folios o de impresos donde se podía escribir “en sucio” guardados en carpetas).
Hay miles de ayuntamientos y organismos en España donde encontrar papel de este
tipo si se busca y además se lo pueden regalar a uno porque no sirve para nada
más que anotar cosas o tomar algún apunte, pero para eso siempre sobra papel,
también sirve para ocupar espacio en los
archivos, por eso, se suele tirar cuando se encuentra. A continuación, haría
falta una máquina de escribir de esos tiempos; habrá miles en España, millones
en el mundo, en manos de coleccionistas, anticuarios, etc por poner un ejemplo:
en casa de un tío mío hay una.
Con estos asequibles mimbres, cualquiera que
sepa un poco, -quienes han escrito este libro saben mucho- puede escribir lo
que quiera. En la anterior entrada yo titulé clarividente Alcalá Zamora,
y es la impresión que se reafirma durante todo el libro: el autor conoce el
fin de la historia(1). Cualquiera que releamos nuestros propios
diarios de juventud podremos darnos cuenta
que están llenos de juicios de valor sobre personas, que al final se
demostraron falsos, de personas que impresionan muy positivamente y que luego
te decepcionan y luego te vuelven a convencer, de sucesos irrelevantes en la
vida, que entonces parecía que iban a ser capitales... esto no lo he visto en estos
diarios y sí se encuentra en los de Azaña. Para mí son falsos.
Luego están las citas a pie de página para
reforzar la tesis. Pondré sólo una que podría resumir la tesis del libro:
La animosidad de Azaña contra Alcalá-Zamora
fue elemento decisivo para el desencadenamiento de la Guerra Civil. Azaña
sentía obsesión contra Alcalá Zamora, no se sabe por qué razones, perdidas en
lo más profundo de su ser. Lo odiaba y en todos los casos en que pudo atacarlo,
hasta lograr su destrucción en el orden político, lo intentó. No cabía creer
que Azaña actuara frente a Alcalá Zamora con visión patriótica, ni con el
propósito de salvar a la República. Su inconsciencia le iba a llevar a romper
el orden legal constituido, sin darse cuenta de que provocando su caída, por
más hábil que fuera la maniobra, el orden legal se destruía y el único dique
que contenía a cierto grupo de militares desaparecía.
Y el autor de esta cita es Guillermo
Cabanellas un libro llamado La Guerra
de los mil días. Pg. 294. Este señor debe ser hijo de un general de los
sublevados, Miguel Cabanellas, uno de los verdaderos causantes de la guerra
civil a los que tratan de soslayar de responsabilidad libros como éste.
(1) y además
ha leído los diarios de Azaña, a los que en muchos casos, rebate. No es creíble
que Alcalá Zamora tuviera en los años 30 un servicio de espionaje que le
llevara a conocer los que después serían los diarios más famosos y auténticos
(los de Azaña) toda vez que Don Niceto se queja continuamente de que no tiene
casi información del exterior, porque el gobierno todopoderoso se la hurta.
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