lunes, 2 de julio de 2012

Una impostura.

He acabado a uña de caballo el libro de las supuestas memorias de Niceto Alcalá Zamora. Convendréis que no está bien que un tipo como yo, que está escribiendo un libro sobre la República y la Guerra Civil, lea de esta manera los diarios de uno de los principales protagonistas; nada menos que el presidente de la república de abril de 1931 a abril de 1936. Es que estoy persuadido, casi seguro, de que estos diarios son falsos.

Es un texto que está bien escrito, con buen estilo, adecuado a la época y con muchos nombres. Lógico si es original, pero mucho más lógico si es una suplantación. La impresión que tengo al leerlo es la misma que de las “películas de tesis”: este era un tipo de película falsa, pretenciosa que sólo trataba de llevarte al huerto de une idea repetitiva y machacona, mientras lo demás resultaba accidental. Así me ocurre con este libro, según el cual a Niceto Alcalá, siendo presidente de la República en la cuesta abajo del 36, le preocupaban la mayor parte del tiempo dos cosas: el pérfido Azaña, recién entrado a presidir el gobierno, que le tiene marginado de todo y conspira contra él, y la crisis del partido socialista entre el ala moderada de Indalecio Prieto y el ala extremista de Francisco Largo Caballero. Si menciona que Gil Robles le ataca pero eso no le preocupa. Poco le preocupan Hitler y Musolini, y las tensiones que pudieran estar surgiendo con Francia y Gran Bretaña y, soprendentemente, nada le preocupan la potencia ya dominante de Estados Unidos o nuestra, siempre presente, Iberoamérica.  Tampoco la crisis económica o las fugas de capitales, (esto sale de soslayo, pero casi parece que las justifica).

Es muy raro, parece como si Don Niceto estuviera preocupado, ya en 1936, por reforzar las tesis de los llamados historiadores revisionistas de la Guerra Civil.

Me puedo equivocar. Yo no he visto, ni puedo ocuparme de ver los originales, sólo soy un aficionado que quiere rescatar y publicar esos momentos históricos concretamente relacionados con un pequeño valle de Ávila. Desde mi humilde condición de no historiador académico, no me creo este libro, Veréis las rocambolescas maneras de aparecer que tuvo: una familia en 2011 que lleva poseyendo esos papeles desde 1936, no se le ocurrió vendérselos al régimen franquista (a quien favorece su divulgación), ni sacarlos de España para que fueran publicados por Ruedo Ibérico u otras editoriales francesas durante la dictadura. No se les ocurre acercárselos a Hugh Thomas, ni a Jackson, ni a Gibson, ni a Preston, ni al derechista Payne. Sobre todo, no se les ocurrió sacarlos a la luz para su venta en la transición, donde los libros sobre la guerra civil se publicaron como rosquillas. Es ahora, (y parecería, -esto no se llega a decir- que debido a la crisis económica que, como todo el mundo sabe, provocó José Luis Rodríguez Zapatero), que una familia que los robó, recogió y guardó quiere vendérselos al historiador derechista Cesar Vidal.
En el libro hay demasiadas excusas para encontrar un camino creíble de la autenticación. Incluso aparece en páginas centrales una fotografía de los supuestos manuscritos escritos a mano sobre el anverso y el reverso de un impreso que reza el presidente de la federación de doctores el Dr.  Don Niceto Alcalá Zamora aprovecha gustoso para ... a  dicho señor las seguridades de su distinguida consideración. 

El botón de muestra que se nos presenta es un escrito lleno de enmiendas y casi carente de puntuación,  mientras que lo que se recoge en el libro está bien puntuado, y escrito con pulso narrativo firme; aparece un testimonial añadido en corchetes, cada veinte páginas, completando una palabra omitida. Pero además, según la introducción de este libro,  tenemos en esta memorias páginas escritas a máquina y escritas a mano por un escribiente (que nos dicen, no sé por qué, que era de extrema izquierda  aunque muy fiel al presidente)

En los años ochenta o noventa saltó el escándalo de unos diarios de Hitler, que –claro- se miraron con cien lupas y se demostraron falsos. Yo no creo que estos se hayan escrutado así. Además opino que es muy fácil crear unos diarios a máquina de los años treinta. Sólo es necesario encontrar papel en blanco o impresos de la época. En montones de sitios existe, (en mi juzgado de Mombeltrán, sin ir más lejos, había cientos de folios o de impresos donde se podía escribir “en sucio” guardados en carpetas). Hay miles de ayuntamientos y organismos en España donde encontrar papel de este tipo si se busca y además se lo pueden regalar a uno porque no sirve para nada más que anotar cosas o tomar algún apunte, pero para eso siempre sobra papel, también sirve  para ocupar espacio en los archivos, por eso, se suele tirar cuando se encuentra. A continuación, haría falta una máquina de escribir de esos tiempos; habrá miles en España, millones en el mundo, en manos de coleccionistas, anticuarios, etc por poner un ejemplo: en casa de un tío mío hay una.

Con estos asequibles mimbres, cualquiera que sepa un poco, -quienes han escrito este libro saben mucho- puede escribir lo que quiera. En la anterior entrada yo titulé clarividente Alcalá Zamora, y es la impresión que se reafirma durante todo el libro: el autor conoce el fin de la historia(1). Cualquiera que releamos nuestros propios diarios de juventud podremos darnos cuenta  que están llenos de juicios de valor sobre personas, que al final se demostraron falsos, de personas que impresionan muy positivamente y que luego te decepcionan y luego te vuelven a convencer, de sucesos irrelevantes en la vida, que entonces parecía que iban a ser capitales... esto no lo he visto en estos diarios y sí se encuentra en los de Azaña. Para mí son falsos.



Luego están las citas a pie de página para reforzar la tesis. Pondré sólo una que podría resumir la tesis del libro:

La animosidad de Azaña contra Alcalá-Zamora fue elemento decisivo para el desencadenamiento de la Guerra Civil. Azaña sentía obsesión contra Alcalá Zamora, no se sabe por qué razones, perdidas en lo más profundo de su ser. Lo odiaba y en todos los casos en que pudo atacarlo, hasta lograr su destrucción en el orden político, lo intentó. No cabía creer que Azaña actuara frente a Alcalá Zamora con visión patriótica, ni con el propósito de salvar a la República. Su inconsciencia le iba a llevar a romper el orden legal constituido, sin darse cuenta de que provocando su caída, por más hábil que fuera la maniobra, el orden legal se destruía y el único dique que contenía a cierto grupo de militares desaparecía.

Y el autor de esta cita es Guillermo Cabanellas  un libro llamado La Guerra de los mil días. Pg. 294. Este señor debe ser hijo de un general de los sublevados, Miguel Cabanellas, uno de los verdaderos causantes de la guerra civil a los que tratan de soslayar de responsabilidad libros como éste.





(1) y además ha leído los diarios de Azaña, a los que en muchos casos, rebate. No es creíble que Alcalá Zamora tuviera en los años 30 un servicio de espionaje que le llevara a conocer los que después serían los diarios más famosos y auténticos (los de Azaña) toda vez que Don Niceto se queja continuamente de que no tiene casi información del exterior, porque el gobierno todopoderoso se la hurta.

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