La radio en vivo.
Lo que los ciegos no podéis ver.
Los ciegos oís con mejor atención la radio,
pero todos somos igual de ciegos cuando la escuchamos. Afortunadamente para
nosotros la radio puede verse. Y gana. Mi familia es seguidora, somos
“escuchantes” del programa No es un día cualquiera que Radio Nacional de España emite los sábados y
los domingos. Dije que es seguidora, porque el año pasado nos desplazamos dos
días para verles en Hervás y este sábado les hemos seguido hasta Segovia.
Para los ciegos diré que las hermosas y
redondas voces radiofónicas ganan contundencia sonora cuando uno ve como sus
propietarios las proyectan al micrófono. Es sorprendente ver la escasa
presencia física sus artífices; parece que personas de una carne y un hueso tan
corriente no tendrían por qué expeler esa belleza sonora a un micrófono. Esto
parece contradictorio, porque cuando concentramos la atención en un sentido
deberíamos mejorar en su percepción más que cuando lo distraemos con dos.
Creédmelo, estaré sugestionado, (seguramente será un efecto de la emoción),
pero cuando les veo allí suenan todavía mejor.
De antología.
Uno de los mejores momentos del programa es
la tertulia: la conversación más inteligente que se puede encontrar en las
ondas. Funciona como una torre humana, un grupo de castellers, donde
todos colaboran con sus ideas a elevar el conocimiento de la audiencia y
también el suyo, porque ellos, a diferencia de otros tertulianos, se escuchan,
se afinan y se entonan simbióticamente, como si fueran un coro. Y esa labor de
que personas busquen con honradez y educación aportar pensamientos (no
doctrina, no exabruptos) nos ilumina a todos.
Samper y Nieves Concostrina mirando como nos baliaban una jota unas mozas de Albacete.
Sergio Sauca y Daniel Samper
Además se ve la magia de la voz de los
radiofonistas, a veces se ve dormida, los personajes quietos como lagartos que
al recibir el turno de palabra la tensan como el arco de las olimpiadas de
Barcelona y lanzan a los escuchantes ese regalo oral. Mirar el fluir de los
argumentos de un hombre de talante como
Manuel Campo Vidal; ver a un ingenioso colombiano Daniel Samper, nada moreno,
porque es hijo probable del aquel sabio catalán de Cien años de soledad;
la sorpresa para mí de la clarividencia de un conocido periodista deportivo de
la “tele”, Sergio Sauca, todos haciendo música de cámara junto el virtuoso
intérprete de realidades Antonio Fraguas Forges... Uno siente que está
presenciando un parto, la comadrona lo hace muy fácil, es un alumbramiento
feliz y todos nos felicitamos de presenciarlo.
PD: aprovechando nuestra presencia en Segovia
pasamos la tarde viéndola. Descubrimos y recomendamos el paseo por el parque
del Clamores.
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