Úbeda es llamada la Salamanca del Sur, y no
tiene que envidiarle a la del Norte más que la Plaza Mayor, inigualable teatro
urbano. Porque aquí llegaron en el siglo XVI canteros y escultores tan buenos
como los que con la piedra de Villamayor edificaron y ornaron a la castellana y
leonesa. En otra cosa que Úbeda se iguala con la ciudad del Tormes y es en la
bobería de dejar cagar a las palomas en sus artísticas piedras (en Córdoba ya
veremos que no se consienten esas cosas).
Sólo concibo que se crearan unas joyas como
las de Úbeda por un impulso estético de emulación, promovido por los poderes
públicos, para mostrar a los casi recién reconquistados hispanoárabes que la
religión y cultura cristianas podían competir en refinamiento con lo que ellos
habían vivido en el dominio musulmán. Es que sorprende que los, por supuesto,
inmensos olivares y trigales que la
rodean, dieran rentas suficientes para levantar sin ayuda exterior semejante
ostentación.
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