En los años 90 leí en El País un artículo en el que Antonio Muñoz Molina descubría el animismo de los cuadernos escolares, los lápices, pinturas y demás material de papelería. Fue un emocionante retrato en sepia que reencendió alguna candelita de la mi, ya entonces, lejana niñez, por lo que lo releí y me recorté aquel artículo con la devoción de haber hallado una a pepita de oro.
Fijaos qué tontería: al cabo de unos años leí la novela Plenilunio, y encontré en ella gran parte de aquella descripción, y me disgustó. Quise que me pareciera un fraude el que tratar de vendérmelo otra vez y eso que no creo que estuviera copiado literalmente. No sé por qué: quizá el paso del tiempo hace que uno evolucione en sus gustos estéticos, o porque este hombre tan pretenciosamente sencillo, sensato y pueblerino, se multiplicaba en los premios y en los medios de comunicación, se hacían películas, documentales con culto a su personalidad, y por doquier mostraba sus opiniones, siempre políticas, sobre los más variopintos aspectos de la vida... quizá todo eso me hiciera querer leerle de soslayo para pillarle en un renuncio y decirle mentalmente “no eres tan bueno como te crees”. Tambiénle sucede que es un tipo de andaluz serio; es un antiarquetípco, como otro gran artista, Jose María Gallardo del Rey, (el mejor guitarrista clásico español de la actualidad). Los dos parecen tener rígidamente maniatado el que se les pudiera escapar en público un andalucismo de pandereta. Por eso, por no cumplir su papel de andalú grasioso parecen hasta antipáticos.
Aquello de la autocopia era una estupidez. Yo mismo, ahora regurgito aspectos de mi libro sobre la Guerra en este blog, lógicamente, me parece lícito hacerlo. Después me he reconciliado con él y nunca dejo de leerle en Muy Interesante, Scherzo o en El País o de comprar sus libros de segunda mano, porque efectivamente le considero uno de los mejores escritores vivos. Espero que algún día le den el Nobel.
-II-
También en mi casa sentimos gran devoción por su mujer, Elvira Lindo: su clase, su espontaneidad, su pensamiento (tan hondo como el de su serio compañero) y la gracia y el oído hacia el habla de la calle que tiene su Manolito Gafotas.
En agosto de 2011 tuvimos la suerte de encontrarnos con Antonio en una calle de Santander, -precisamente a escasos metros del palacete donde Alejandro Amenábar grabó parte de su película “Los Otros”- Yo no era partidario de pararle, pero mi mujer sí, y acertó. Nos encantó su bonhomía, hablamos más de Elvira quede él, incluso se dejó hacer una fotografía. Nos dejó un buen sabor de boca y la impresión como de que le debíamos algo por su atención. A la vuelta del viaje yo leí un libro suyo que tenía comprado En ausencia de Blanca. Me pareció autobiográfico y descubrimos por internet que este hombre tan aparentemente soso tiene varios hijos de un anterior matrimonio. Mi mujer también tomó ese libro y después Plenilunio, del que me leyó entusiasmada, en voz alta, algún fragmento antológico de los que contiene.
foto tomada de cuentalibros blogspot
Mientras tanto seguimos escuchando en la radio y leyendo en El País a Elvira Lindo. Una mujer muy atractiva, sinceramente creo que más que él. Hace poco compré El Jinete Polaco y veo en su solapa la cara de “pizarrín soseras sin glamour” que tenía Muñoz Molina en 1991 y me meto a pensar que a este hombrecito paleto y constante, -pero con perfil de cebollino-, le encandilaría de tal manera la extraordinaria Elvira Lindo. Que se enamoraría como un adolescente y dejaría a su mujer normal y corriente. (Aunque vete a saber lo que realmente pasó).
Quiero encender mi foco hacia esta primera mujer, para seguir lucubrando. Pienso yo, seguro que pensamos todos los que estamos algo enamorados de Elvira Lindo, que esta señora anónima estará hartísima de la sensación de que todo el mundo piense: es normal que te dejara, es que “la otra” es feminista, muy graciosa, actriz, guapa, solidaria, implicada políticamente en nobles causas, escribe tan bien y ha ganado tanto dinero en la literatura como Antonio. No es que no valgas nada, es que cualquiera se iría con Elvira Lindo.
Si es que Elvira Lindo lo tiene todo. Sólo le faltaba un marido tan bueno, tan listo, tan buen escritor, como Antonio Muñoz Molina que, además, como guinda, se la ha llevado a vivir a Nueva York.
Pero yo soy de los perdedores y no dejo de pensar en que esa postergada mujer, aunque esté de acuerdo con todo lo que Elvira defiende y con la gracia que lo hace, cambiará de canal, moverá el dial y no comprará el periódico los días en que publica la superwoman.
(disculpémosla si tira dardos a sus sonrientes fotografías)
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