Yo estoy descubriendo en bastantes párrafos
de El Jinete Polaco, que Antonio Muñoz Molina, me ha copiado
pensamientos y anhelos que tenía allá por 1982, en COU, cuando nos dieron las
vacaciones unas semanas antes para que nos preparáramos la selectividad, y
andábamos todos libremente por el “insti”, como peces borrachos, recibiendo
esporádicas clases extraordinarias y metiéndonos en nuestras aulas vacías “con
que a estudiar”.
(...) que estoy en los sitios como si ya me
hubiera ido de ellos, pero no puedo evitarlo, y menos ahora, que han acabado
las clases y sólo veo a Marina en el
instituto durante los exámenes, procuro sentarme cerca de ella, algunas veces
en la misma banca, y otras en la de atrás, le veo los muslos morenos y ceñidos
por la minifalda y la blusa entreabierta y la dejo copiarme o le digo en voz
baja las respuestas que ella no sabe, incluso una mañana, el viernes pasado,
nos encerramos juntos en un aula vacía para preparar el examen de(...) se fijaba sonriendo en mis labios y curvaba
golosamente los suyos, y de tenerla tan cerca y oler su perfume ligeramente
ácido y ver su boca y su lengua tan
húmeda apareciendo entre los labios pintados empecé a sentir una excitación
parecida al mareo, vacío en el estómago y debilidad en las rodillas, y por
miedo a que advirtiera la prueba evidente de lo que me sucedía crucé las
piernas y me aproximé un poco más al filo de la mesa, pero eso fue peor, porque
encontré las suyas y en vez de echarnos hacia atrás las mantuvimos juntas, y
entonces, más hondo que el perfume y que el olor del champú y del jabón de
baño, noté otro olor que no sabía definir ni nombrar, aunque tuviera a mi
disposición alguna burda palabra suministrada por –el ligón iniciado de turno que
presumía de ello- y pensé con secreta avidez y vergüenza en lo que hallarían
mis manos si se deslizaran muslos arriba y traspasaran el filo tenso de las
bragas y Marina, que hasta el momento
había sido poco más que una presencia intangible hecha a partes iguales de
onanismo y literatura (...) se convirtió para mí en una mujer verdadera y
carnal (...)
El leer este pasaje alcanza al alma mortal
recuerdos de ausencias, hechas de onanismo y literatura, de aquellos diecisiete años, y uno se mece en
esos retazos, y no quiere mirarse al espejo en toda la tarde para pasarla
evocándose pensando que todavía se tiene un flequillo y el pelo negro, y la
fina cara de entonces, libre de tanto escepticismo aunque rebosando espinillas.
Pero al bajar la vista no puedo evitar verme
en los brazos esas pequeñas manchas negras no se preocupe, no son
carcinomas, sino manchas “de vejez” -me dijo la dermatóloga- y más cabizbajo me salta la protuberancia de
la barriga de años acumulados a pesar de la lucha poco firme y discontinua;
esos altibajos de la moral.
Gracias Antonio y perdón por copiarte tanto.
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