No soy yo de fiestas multidudinarias y espléndidas en el derroche. Pero nos la encontramos en Tomar, una de las ciudades "imprescindibles" del centro de Portugal por un enorme monasterio que será aproximadamente El Escorial del vecino país.
Imposible quedarnos a verlo, los alojamientos estaban por las nubes. Nos encontramos en una fiesta homenaje a los oficios de la tierra y a los compañeros animales, una fiesta rellena de la sincera alegría del retorno. Portugal es un país de emigrantes que vuelven a casa en verano, además esta fiesta es cuatrienal (según nos dijeron) y para colmo en estos cuatro años hemos pasado una peste letal y paralizante y, al final, apareció la guerra en el otro lado de Europa con toda su inflación y tragedias telediarias.
Nunca he visto cosa así: huyo de estas fiestas, pero si me las encuentro trato de disfrutarlas contagiándome a sabiendas de que es una ocasión, aunque fuera imposible encontrar alojamiento por debajo de los 200 euros. Por eso y porque me gusta dormir de noche y vivir de día, huimos. Era viernes por la tarde y solo este aperitivo que os puedo mostrar.
Mucha alegría y sano orgullo campesino. Orgullo de admirables animales, bien tratados y en vías de extinción por la maquinaria y las obsolescencias Tradición recrecida con dinero, y emociones del pasado reciente.
no cuesta trabajo imaginarse a este hombre sin corbata manejando esta yunta como haría mi abuelo
Políticos o personajes importantes, en calesa, participando de la fiesta popular
No hay comentarios:
Publicar un comentario