Aún no soy igualitario en mis pensamientos. Lamentable
¿verdad? Quizá sea machista. Sigo siendo hijo de mi primitiva educación.
Realmente no tengo amigas, mi única amiga es mi mujer y no podría ser de otra
manera porque ella no lo soportaría y yo, además, lo entiendo. Así de antiguos somos los dos. Para ella,
y para mí también: si yo tuviera una amiga, sería ya una “amiga” entre
comillas, como pronunciaría esa palabra mi madre, su madre, mi padre, su
padre...
Recientemente en la página de Facebook que administro sobre
paisajes de mi pueblo, apareció pujantemente una señora mayor muy culta; digo
mayor, porque en su foto personal hay unas flores, y las señoras mayores por coquetería
– no solo las señoras mayores pero especialmente- suelen evitar dar la cara. Ya
había aparecido antes pero esta vez me
sorprendió con una historia sobre un ferrocarril que proyectaron los ingleses
en el siglo XIX en mi pueblo. Interesantísima. Egoístamente desde entonces decidí “aceptar” su
amistad en esa red social. No sabía y todavía no sé muy bien quién es; totalmente incapaz de ponerle cara. No sé si me he dirigido a ella con
caballerosidad, sospecho que sí, o incluso con curiosidad sexual en este
tiempo. Se encuentra en mi terreno intelectual y me presta bastante atención naturalmente. No me extrañaría que otras mujeres seguidoras de esa página sintieran celos por esa naturalidad con el jefe. Eso no sería capaz de comentárselo a mi mujer, que no me sigue en Facebook y no
le importa, pero sí que le importaría llegado el caso.
Anteayer me escribió un mensaje por privado me solicitaba ayuda y me ofrecía participar en un libro que
está escribiendo sobre una ermita de mi pueblo. Entonces me dijo que se llamaba
Santiago y que era el marido de su mujer, que figura con la que comparto el apellido
Garcinuño, extraordinariamente propio de mi pueblo, que era la que se había
hecho el Facebook y él no se iba a andar haciendo otro. Desde el principio supongo
que siempre he estado comunicándome con él aunque yo siempre pensé que estaba
haciéndolo con una interesante señora mayor, que se dirigía a mí con una
naturalidad desusada en mi contexto social.
Ayer hablé por teléfono una hora y cuarto seguida con él y parece que, si
el tiempo nos lo permite, seremos amigos. Es lícito.
No voy a psicoanalizareme por esto, pero todo sigue igual en
mi relación con las mujeres. La inercia sigue venciendo a la racionalidad.
PD.- Creo que en mi biblioteca, que tiene aproximadamente 2.000 libros, es difícil que haya 200 de mujeres, Todos los que pude de Patricia Highsmith, Ana María Matute, Carmen Martín Gaite, Elvira Lindo, Laura Restrepo, Angeles Mastretta, PD James y no muchas más.
Confieso que es muy posible que cuando las leo, lo haga siendo consciente de que es una mujer quien que lo ha escrito. Soy sexista porque el mundo me hizo así.
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